Jóhann Hjálmarsson

Costas

Despertar a este anhelo:
ver los mares y océanos,
rocas, algas, amarilla arena.
Y recordarlo aquí, en la playa blanca
junto a otro océano, otro mar.
La calma de la tarde se desborda
sobre las mesas, platos, manos, ojos.
Hay cercanía y lejanía en el aire,
un poco de impaciencia, y, sobre todo
anhelo del ayer.


El arce


Caen en el bosque las hojas del arce:
palmas rojas de dioses con mensajes del cielo.
Un hombre con bastón va por la estrecha senda.
Le alcanza la carroza del reino de los muertos
con unas pocas almas rumbo al infinito
allí donde el camino se ensancha; ya oscurece.
El anciano cojea por el camino helado,
se detiene, mira hacia atrás. El árbol
sueña noches de invierno y luz azul de luna.
Ha transcurrido el tiempo; nunca había estado aquí:
sólo el fugaz instante. Corretean las ardillas
con su cara asustada, piel de la veleidad.
El anciano intenta buscar en sus recuerdos.
Su memoria lo lleva muy lejos de este bosque:
una nube violeta en un silencio eterno.
Mira atrás. ¿Qué era lo que he visto?
¿y dónde están los pájaros que cantaban antaño?
Hurga con su bastón en la lluvia de hojas,
su alma sube al árbol. Y el arce habla
con la voz de una vida olvidada.


¿Es la muerte la única salida?...

¿Es la muerte la única salida?
La meta, más allá de los mares y montañas.
La montaña es el eco de la muerte,
el agua es el reflejo de la muerte.
Y sin embargo la muerte es brisa,
soplo en el desfiladero,
onda en la superficie del agua.
¿Es la muerte la única salida?
La historia tiene el rostro de la muerte,
todo lo que se muestra a nuestros ojos,
todo lo que tocamos, pertenece a la muerte
En el hito está la muerte
y en el mojón de las palabras.
El aleteo del somorgujo
en lo más alto del páramo
nos revela algo sobre la muerte.
¿Es la muerte la única salida?
Ningún camino lleva lejos.
Pero cuando nos detenemos,
y no podemos seguir
nuestra voluntad acompaña a la muerte
y las dos, incansables,
siguen su camino.


Huida

El encuentro con la muchedumbre
era demasiado para él.
Volver a ver las casas,
los coches, sentir las aceras
y oír el estrépito,
rodeado de velocidad,
propósitos, deberes.
Se encontraba en un mundo extraño
donde todo era demasiado familiar
para poder reconciliarse
con nada de lo que era externo a él.
Era demasiado para él
volver a nacer en ese mismo mundo.
Dio sólo algunos pasos.
Y así empezó la huida.
 

Jóhann Hjálmarsson [Reykjavík, 1939-2020], hizo estudios de Literatura en las universidades de Estocolmo y Barcelona. Poeta y traductor, crítico de literatura y teatro, fue columnista y editor de las páginas de literatura del diario Morgunblaðið. Publicó su primer libro cuando trabajaba como aprendiz de impresor. Hizo traducciones de Federico García Lorca, los surrealistas y simbolistas franceses y latinoamericanos. Su libro Malbikud hjortu (Corazón de asfalto), le convirtió en el más famoso vanguardista islandés. Corresponsal de viajes, buscaba poetas del país que visitaba y traducía sus poemas. Hjálmarsson se interesó en las historias familiares de sus parientes socialistas y comunistas en la sociedad islandesa. De ese ejercicio son sus extensos poemas Myndinnaflangafa (Retrato del bisabuelo) y FraUmsvolum (Libro diario de Umsvali). En sus últimos años vivió en una casa sobre la bahía de Smoky. Versiones de José Antonio Fernández Romero.