Volker Braun

Volker Braun [Dresden, 1939], un escritor cuya obra refleja la honda división y oposición social que existía en Alemania Oriental antes de la reunificación, se le impidió, antes de terminar el bachillerato, por circunstancias que desconocemos, ingresar a la universidad. Entonces comenzó a trabajar en una imprenta, en una fábrica de pipas para gas y como maquinista en una mina. En los primeros sesentas estudió filosofía en la Universidad de Leipzing, donde se recibió en 1965, cuando HeleneWeigel le invitó a ser parte del Berliner Ensemble, donde montaron su primer drama Die Kipper, que luego fue prohibido. Trabajó también en el Deutsches Theater de Berlín y en los noventas regresó al teatro de Brecht.

Braun es un poeta político con una variedad de cualidades estéticas y en el hábil manejo de muchos géneros literarios. Es una de las voces representativas de la calamitosa vida en la RDA de los sesentas y setentas. Su novela Hinzeund Kunze, una descripción satírica de aquella realidad, donde un gacetillero y su chofer van retratando la alienación de los trabajadores, la amenaza de un estancamiento político y económico fraguado por dirigentes ingenuos e ineptos para llevar a cabo cambio sociales, es considerada todavía una pieza maestra de la prosa alemana. Según los jurados del Premio Büchner, su poesía es apenas comparable, para la historia de la lírica alemana, con el significado, que tiene para la historia del drama, la obra de Heiner Müller, uno de sus contemporáneos.

Su multifacética obra se centra en torno a la emancipación política. Cuando existía la RDA criticó el socialismo, pero nunca renunció a la esperanza que de un día, quizás por medio de la literatura, se pudiera cambiar el rumbo de aquel estado de cosas. Sus obras fueron postergadas en aquellos años, cuando no censuradas y mutiladas y habiendo siendo vigilado constantemente por la Stasi, siguió creyendo que la RDA era mejor que RFA y hasta hoy su recelo no ha concluido.

Con su poesía Braun se convirtió en uno de los escritores alemanes más destacados de nuestro tiempo. El yo lírico de sus poemas se identifica con una posibilidad que nunca se hizo realidad en la RDA, la discrepancia entre la utopía y el socialismo no está descrita desde afuera, sino que se expresa en sus diferentes voces cuando charlan, juegan con la retórica y las actitudes existenciales, que se enfatizan en el texto con el uso de las mayúsculas. Todo radica en la fricción, la perturbación, sea libre, mediante el collage o en verso clásico, que crea una relación dialéctica con el lenguaje permitiendo a Braun pasar de conceptos abstractos de guerras y mercados hacia biografías de individuos. En sus poemas la historia literaria y la alemana se entrelazan con la biografía del que habla, mediante referencias, fragmentos, decires, frases y versos de otros poetas, donde sin duda estarán, en el fondo de todo, Goethe, Hölderlin o Rimbaud, Che Guevara, Marx o Hegel, Brecht, Büchner o Kafka. Su obra ha sido traducida a más de cuarenta idiomas pero se conoce poco en español, con la excepción del drama: La gran paz, publicado en España en 1990. Entre los numerosos premios que ha recibido figuran el Heinrich Mann [1980], Brême [1986], Berliner Literaturpreis [1989],  Schiller [1992] y Georg-Büchner [2000]. En 2006 fue nombrado director de la sección de literatura de la Academia de las Artes de Berlín y es miembro de la Academia Alemana de la Lengua.

 

Sueño diurno

En la tierra de nadie entre las fronteras estaba
mi coche, los frenos echados, duramente
observado por las torres y ninguna rueda
había que cambiar aquí impaciente.

¿Qué quería yo? En el tiempo de mis pensamientos
nunca estuve tan solo y los muertos sólo
y los aún no nacidos respiraban para mí
tranquilos ahora, bajo el ardiente Sirio.

Los pueblos callaban, ya no estaban adormecidos.
El tiempo extraño florecía invernal.
En el campo vacío flameante se mantenía
sobre las minas la calma, inmóvil.

El serio futuro, una mulata, repartía
con delgada mano el pan y el trabajo
hacia el norte y el sur y la verdad
que vive a ambos lados.

Toda una vida lo he sabido: se hará.
Ahora sólo lo creo. En silencio, sentado
en la hierba, la oscura tarde me refrescaba.
Aullando se acercaron entonces los perreros.

El laurel de simple voluntad nunca ha florecido
y terrenal es y negligente nuestra ruta;
tengo que ir a un lado, necesariamente.
Pero yo sólo barrunto mis palabras.

[J.L.R.P.]


Prólogo para la apertura de la cuadragésima temporada del Berliner Ensemble

Qué oscuro el material
del mundo. A los huracanes, maremotos,
inevitables terremotos
se suman la conmoción de los pueblo y
el desmoronamiento de las ideas.

Se acababa creyendo los tiempos
inmutables. Los relojes llenos
de arena, de sangre y, estancado, el día
que ahora se levanta
de nuevo para el final imprevisto
de un mundo.

¿Adónde nos lleva esto? o, cuestión más modesta,
¿Cómo saber lo que está por delante, detrás?
Las estrategias enmohecen
como tiendas desmontadas en los charcos
detrás de los fugitivos.

¡Estados, futuro edificado! Derrumbados
en la hierba que les come. Inquebrantables
alianzas vacilan en el pantano sangriento y
la indefectible amistad
observa, desconfiada
sus aguas sucias.

Aquí, olvidando el hambre del comunismo se reclama
cocina burguesa; y en otra parte
haciendo tabla rasa con la historia
no se tiene más que un plato vacío.

Pero tened presente
que allí también el hambre que domina
con el mandato de las masas, es un hambre
de justicia.

[F-M. D.]


Campamento del Amor

Era un cementerio donde fuimos a dar
y sus labios impetuosos enterraron los míos.
Todo alrededor yacía convertido en quietud
mientras nosotros, insaciables,
nos llamábamos por nuestros nombres: !Querida! !Querido!
Sobre las lápidas se leía: "El amor dura eternamente."
Y el deseo nos aventó de nuevo entre las tumbas.
Miguel, que tomaba su vino tinto,
supuestamente acababa de fumarse sus laureles.
Aquí quiero yacer, extendido tranquilamente.
Es un cementerio donde hemos venido a dar,
lo sabía, y mis labios se enterraron
en los de ella. Y como embriagados de la vida
me tomó con fuerza entre sus piernas para que viera
la tierra negra y la cercanía del cielo.

[S.C.]