Carlos Pintado
Cuartetas de otoño
		
		Me han 
		concedido el fuego del pecado.
		Sólo el fuego; el amor jamás ha sido
		en mí sino una sombra. Yo he soñado,
		—en las eternas noches del olvido—,
		que alguien me ama y me sueña. No he podido
		corresponder. Soy triste como el hado
		que invierte los destinos del amado.
		Soy el amado; no quien ama. He sido
		el traidor y el amigo. He complacido
		a oscuros dioses el manjar sagrado.
		Alguien en la penumbra me ha buscado.
		Alguien en la penumbra me ha vencido.
		
		
		James Ensor
		
		Pues sí, es muy extraño que no exista,
		James Ensor, en Ostende, algún lugar
		que recuerde que aquí pintó sus cuadros,
		que aquí sufrió, usted, su pesadilla.
		Pero también extraño es ese sueño
		de las aves dormidas en los cuartos,
		y el baile de la muerte a medianoche,
		y el abrazo filial de algún amigo.
		En Ostende, imagino, ya no hay casas.
		Faltaba la memoria de algún parque
		en donde también yo vestí mi cuerpo
		con sus oscuras ropas, consumido
		por el horror, la angustia y el deseo.
		Faltaban a mis noches los jardines,
		los rostros perseguidos por la tarde,
		las columnas sagradas como templos.
		Faltaba la piadosa maravilla
		y la especulación de algunos hombres,
		ante la rosa roja de los bosques.
		En Ostende, imagino, nadie duerme.
		El eco de mis pasos no retumba
		sino en un sueño alto e imposible:
		hoy presiento que un hombre me conjura,
		y que algo de su miedo ya me alcanza,
		y que su rostro puede ser mi rostro,
		y que sus manos pueden ser mis manos
		y puede que seamos sólo el mismo,
		deambulando en Ostende por las plazas.
		
		
		Ignoro de mis días el destino 
		
		Ignoro de mis días el destino.
		No hay tal cosa. Mi fin está previsto.
		Bajo la eterna noche sólo he visto
		un único horizonte y un camino.
		Quisiera recordar aquel pasado
		en que las cosas no sabían nada
		De sus nombres. Quisiera la soñada
		urdimbre de ese día que ha engendrado
		la eternidad de lunas y de rosas.
		Acaso sea cierto que las cosas
		de hoy van de lo sagrado a lo perdido.
		Ignoro si en mi sueño otro convive.
		Una estatua me vela y me recibe
		y en su sueño seré el que yo he sido.
		
		
		Habitación de Arlés
		
		
		Nada 
		conmueve más que aquella silla
		que el pintor ha dejado ya inconclusa,
		quizás imaginando la difusa
		maraña de la luz, la pesadilla
		de vivir nada más con una oreja.
		Nada perturba el cuadro; la agonía
		la sentimos nosotros; la agonía
		de él no existe. La silla tan perpleja
		sigue en su tiempo inconmovible y sola.
		Poco importa la pipa que figura
		inaccesible al humo que no puede
		Alzarse del dibujo. Triste y sola
		ha de quedar por siempre en la pintura,
		la silla que otra suerte ya no puede.
 
Memorias de Adrián
		
		A menudo 
		pedías voces lejanas, 
		rostros, islas en la memoria.
		Pedías un cuerpo donde 
		meter las manos y ser feliz
		sin otra ocurrencia que ser feliz.
		Pedías la poca luz de una tarde,
		el amor compartido,
		la noche
		y unas manos en tus manos
		confirmando
		que todo el olvido
		es una paz aparente,
		una hoja que respira su silencio
		y muere.
 
A Cinara
		
		Cuando breve 
		la luz su paso esconde
		temerosa quizás de lo que ha sido
		tiniebla mucho antes, no ha querido
		decirnos quién en sombras nos responde
		sí a tientas preguntamos cómo o dónde
		un rostro que entrevemos y soñamos
		parte de mí, de ti, de lo que amamos
		y así desaparece con premura.
		Anda en sombras la luz cuando procura
		el rostro de Cinara, el que ya odiamos.
 
Origen de los nombres
		
		Un apellido 
		tengo que pintado
		me recuerda el origen de los nombres.
		De Asturias y Canarias ya los hombres
		mi historia conformaron. He soñado
		con un guerrero. El nombre ya no importa.
		Adivino su mano en la penumbra.
		Sé que me sueña. Alguna luz alumbra
		la oscuridad del cuarto. No soporta
		saberme entre sus cosas. Sólo sabe
		que vengo de otro tiempo. Soy extraño.
		Un oráculo dicta mi destino:
		“Aquel que fuiste, eres; no hay engaño”
		Nada me salva. No hay otro camino:
		entre los dos la muerte es ya la clave.
 
Tales de Mileto
		
		Yo, Tales de 
		Mileto,
		que he visto la belleza reflejada en el agua
		en la forma de un rostro,
		no quiero ser juzgado por algo imperceptible.
		
		Yo, uno de los siete grandes sabios de Grecia,
		que confirmé la fecha del eclipse
		y el uso de los símbolos geométricos,
		que he mirado mi sombra
		arrastrarse en silencio por la arena de Egipto.
		
		Yo, que también he dicho
		que en todo están los dioses,
		he quemado los libros que los nombran.
		
		Yo, Tales de Mileto,
		mirando cómo el agua al tocarme me olvida,
		sufro el dolor y el miedo hasta en mis sueños.
 
Algo habrá ante nosotros
		Recorríamos 
		los bosques en la noche.
		Yo leía un poema de Pessoa,
		susurraba despacio:
		“por esos sotos, antes de nosotros,
		pasaba el viento cuando había viento”.
		Después te abrazaba como si fuera
		el fin del mundo.
		Lejos de allí buscábamos la choza,
		su sagrado interior dorando un fuego,
		la lámpara para no perdernos
		en la sombra del otro,
		la ventana abierta al frío y a la muerte,
		eran una anunciación de pérdida.
		Lejos de allí, miraba
		cómo cubrían los toldos para los fuertes vientos,
		lanzaban flechas al venado,
		y alguien cantaba
		descalzo
		una canción al verano y a la tarde.
		
		No conjuramos el dolor.
		Faltaba el recuerdo sucesivo
		de esos días,
		el roce de mis manos en tus manos.
		Temí rozar los bordes de la trampa.
		Oculta la cuerda nos besábamos
		sin pensar en otra desolación que en el regreso.
		De noche,
		recorriendo esos bosques,
		comentaba aquella leyenda de pájaros
		devorando las carnes de los hombres.
 
Carlos Pintado [La Habana, 1974] es un poeta, escritor y dramaturgo radicado en Estados Unidos. En 2014 le fue otorgado el Premio Paz de Poesía The National Poetry Series en Nueva York por su libro "Nueve monedas" publicado en edición bilingüe. También recibió el Premio Internacional de Poesía Sant Jordi en España por Autorretrato en azul y fue, además, finalista de premio Adonáis con El azar y los tesoros. Desde 2010 el South Beach Music Ensemble estrena por varios estados de Norteamérica el Quinteto sobre los Poemas de Carlos Pintado, de piano y cuerdas bajo la dirección de Pamela Marshall y Michael Andrews. Textos suyos han sido publicados en The New York Times, World Literature Today, The American Poetry Review, Raspa Magazine, entre otros.
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