Iacyr Anderson Freitas

Sentido

Sin duda un ritmo
algo impreciso
en sus conchas,
sabrá recordar
lo que se escribe ahora,
en la cincha
que el calor murmura,
pero en contienda,
sin otros lazos
que el delito de esas flores,
oh pobres, oh desguarnecidas,
como el sol
de un tejado corroído
bajo la piel.

un ritmo: sin duda
muy poco
ante el vestigio
de lo que aquí se espera.

de repente la hora calla
en las marismas.
el sentido duerme,
la pasión indaga
la muerte, otra quimera.

Lustro

Más que la noche,
en el abandono de cada segundo,
en el dolor
donde el silencio
destila sus ardides.

más que la noche, el yugo,
desconsuelo cavando sus diques,
veranos detenidos en el claustro,
entre fiebres,
para el ejercicio de una fecha cualquiera
(ya perdida
en el piso de los meses).

como si antaño
en la difícil elección de existir,
aún fuera posible esa fuga
que se evapora de la noche
(en ese cuarto)
y para siempre
de la memoria.

Soledad

De la infancia no llegan postales
apenas algas
y un cierto olor a nube
que el viento disimula.

alguien discurre sobre el diluvio.
el telégrafo se calla.

distinto se hizo el ejercicio de la aurora,
ornada por un sol de pobres.

de algún país
llegan las convocatorias
pero ya no basta estar entre los navegantes
para sobrevivir
(lo que fue el amor
no nos escolta).

nos quedamos solos,
con el día desvaneciéndose,
en el humo.

día espeso, espeso,
en el que aún no es posible penetrar.

Constelación

Durante incontables noches
durante días tan numerosos
como las leguas de viento
en su geografía o espanto
navego ese mar que me entierra
busco la isla prometida
la constelación de islas
o incluso la tierra
- esa
que regresará sobre mi cuerpo
cual ciudad
de cosas muertas o vencidas
cosas nacidas del limbo
crecidas del limbo
para cualquier mitología
que desconozco.


Iacyr Anderson Freitas (Patrocínio do Muriaé, 1963) es ingeniero civil de la Universidade Federal de Juiz de Fora. Ha traducido a numerosos poetas españoles e italianos y recibió el Premio Ciudad de Belo Horizonte. Sus poemas fueron traducidos por Carlos Vitale.

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