Martha Canfield

Mensaje del castaño

El aire parecía suspendido
de las ramas rojas
del castaño
y el dibujo perfecto
del jardín veneciano
daba
una apariencia de rigor geométrico
a la casualidad de nuestros pasos.

Desde el refugio tibio de la estancia
y a través de los grandes ventanales
iba y venía hacia el castaño
un aliento de voz indefinida
simientes de palabras
como jirón de niebla
que la incipiente luz del mediodía
va deshaciendo y va desparramando.

El tiempo ante nosotros
no ofrece límites precisos.
Podríamos pasear sin rumbo
por los senderos que giran y regresan
a la fuente, la estatua, los canteros
de anémonas en ciernes
de geranios heroicos
y de otras innumerables flores invernando
en el sueño exquisito
del jardín veneciano.

Sólo el castaño
arraigado y erguido
lanza voces delgadas en el aire.
Me apoyo a la corteza de su tronco.
Escucho.
Trato en vano de descifrar
qué dirección sugiere.

La luna no

No quiero que la luna te toque los cabellos
no quiero que la noche te altere la estatura
ni que el sueño te guarde
en el espacio ingrato
que lo real rechaza.
Yo quiero que sea solar tu signo
que la mañana límpida se alargue
innumerable por tus horas,
que a pulmón lleno respires
la vida que me falta,
que no lamentes nada
que tu esplendor levante
las horas de los días
en un arco inmortal
en el que nunca llegue a aparecer la luna.
Y que no sepas nunca
que la gracia transita
o que se pierde.

Perchance to dream

Te quiero mucho
me decía mamá
y me daba un beso en la frente
para empujarme al sueño
que se me aparecía
como una caverna
de misterio
y de miedo.
No quería dormir
no me gustaba
alejarme del mundo
luminoso
entrar en ese otro imprevisible
de peligros sombríos
de seres ambiguos
o imperfectos
sin reglas conocidas
Me daba mucho miedo
Pero mamá estaba siempre cerca
para darme otra vez la bienvenida
al sitio de la luz
de los eventos previsibles
y del orden.

Mucho tiempo ha pasado
desde entonces.
Hace mucho que mamá no puede despedirme
antes del sueño.
Yo he sido quien le dijo adiós
para que sola sola
descendiera
en el pozo
del despertar negado.

Nuestro padre celeste
ha prometido
que un día habremos de encontrarnos
"desayunados todos"
en la luz sin ocaso
y en el cuerpo sin tiempo
de la nueva esperanza.
Pero al padre, se sabe,
¿cómo creerle siempre?

Mientras tanto aquí estoy,
tratando de sumar las horas
de la vida
a las horas del sueño,
no temiendo ya más
las cavernas oscuras del olvido,
al contrario,
encontrando placer
en esas criaturas soñadas,
que vienen en la noche a acariciarme,
a darme la ternura
que mamá se llevó
con su último suspiro
y que tú no te atreves a dejar escapar
porque también en ti
el día establece batallas
con la noche
y aleja de tu luz la luz del sueño
dejándote inerme
sin que tú lo sepas
y a mí y a ti
descolocados
persiguiéndonos ambos
en esa dimensión equivocada
en donde si tú estás yo no te encuentro
ni tú me encuentras donde estoy.

Por eso al fin
y con la madre ausente
me repliego y me alejo
me sumerjo en la sombra
donde seres ambiguos
empiezan poco a poco a definirse.
Y casi me parece que a fuerza de quererlo
voy divisando al cabo los rostros del amor
los intangibles rostros
que mi materno útero madura.

Contra Damasco

Pon tú que ese llamado fuera
– y por qué no –
de la voz misteriosa sibilina y ambigua
de la diosa.
Pon tú. Que la sabiduría de los antiguos
no hubiera perdido vigencia
en nuestro mundo de frenesí, de números,
de idolatrías virtuales y amargas soledades.
Pon tú.

El riesgo que se exige es siempre grande
y el abismo detrás de la prueba
fallida o rechazada
es igualmente insondable.
Pero decir que sí al desafío
hubiera sido poner a prueba
las voces escuchadas. Y al fin saber.

Nunca jamás sabrás si la diosa estaba de tu parte.

Amor caníbal

Yo quisiera envolverte y protegerte
de las miradas de todos los demás
como adentro de un capullo secreto
en el que tú pudieras
seguir creciendo y palpitando
tu ingenuo corazón
pequeño y niño
seguiría latiendo
setenta veces por minuto
y mi mano sería para él
pantalla escudo estuche
yo quisiera guardarte en un calor seguro
quisiera acariciarte y devorarte
sentirte descender en la tiniebla visceral
y percibir tu movimiento rítmico
adentro de mi estómago oculto
ya despedazado por mis dientes
de un amor de la índole del fuego
a nada semejante
transformado en la esencia de ti
y ya sin forma
pura sustancia concentrada y libre
de todo posible movimiento autónomo
que la esencia lo es muy simplemente
en el tiempo sin tiempo
no se mueve no trata de cambiar
dentro de mí cuidada y protegida
incluso de ti mismo
tú me comprendes, ¿cierto?
incluso de tu falta de amor
de tu insensata pretensión
de encontrar el placer en otra parte
quién sabe dónde, luego,
habráse visto!


Martha L. Canfield (Montevideo, 1949) vive en Italia desde 1977 y es actualmente titular de la Cátedra de Lengua y Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Florencia.
Ha publicado varios volúmenes de ensayos y monografías dedicados a autores latinoamericanos como Ramón López Velarde, José Enrique Rodó, José Antonio Ramos Sucre, Horacio Quiroga, Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez. Es autora de una antología de cuentos hispanoamericanos (Donne allo specchio, Le Lettere, Firenze, 1997) y de una antología de poesía hispanoamericana contemporánea (Voces y luces, Olivares, Milano, 1998).
Ha traducido al español a Edoardo Sanguineti (Minitarjetas, Luis Angel Parra Editor, Bogotá, 1996), Valerio Magrelli (Poemas escogidos, Angria, Caracas, 1997), Gesualdo Bufalino (El Güerrín Mezquino, Norma, Bogotá, 1998) y Pier Paolo Pasolini (Poesía en forma de rosa, Pequeña Venecia, Caracas, 1999).
Ha traducido al italiano a Idea Vilariño (La sudicia luce del giorno, QuattroVenti, Urbino, 1989), a Carlos Germán Belli (Un giorno l'amore, prólogo de Mario Vargas Llosa, Edizioni Olivares, Milano, 1995); y para la editorial florentina Le Lettere a los siguientes autores: Jorge Eduardo Eielson (Poesia scritta, 1993), Álvaro Mutis (Gli elementi del disastro, 1997, y Da Barnabooth a Maqroll, 2002), Mario Benedetti (Inventario, prólogo de Manuel Vázquez Montalbán, 2001), Alejandro Rossi (Regioni da leggenda, 2002).
Es autora de cuatro poemarios en español: Anunciaciones (Alcaraván, Bogotá, 1977), Mar/Mare (Museo Rayo, Roldanillo-Colombia, 1989), El viaje de Orfeo (Signos, Montevideo, 1990), Caza de altura (Ediciones del Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1994); uno en italiano, presentado por Álvaro Mutis, Nero cuore dell'alba (Multimedia, Salerno, 1998); y una antología, presentada por Márgara Russotto, Poemas (Pequeña Venecia, Caracas, 1997).
Es miembro correspondiente de la Academia de Letras del Uruguay. Durante el período 1997-2000 fue vicepresidente de la Asociación de Hispanistas Italianos (AISPI). En julio del 2000 recibió el Premio Especial de Poesía de parte de la Asociación italiana «La Cultura del Mare» y en octubre de 2001 el Premio de Traducción «Circe-Sabaudia».

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