A un muchacho

Entre la espuma y la marea
se levanta su espalda
cuando la tarde ya
iba cayendo sola.

Tuve sus ojos negros, como hierbas,
entre las conchas brunas del Pacífico.

Tuve sus labios finos
como una sal hervida en las arenas.

Tuve, en fin, su barbilla de incienso
bajo el sol.

Un muchacho del mundo sobre mí
y los cantares de la Biblia
modelaron sus piernas, sus tobillos
y las uvas del sexo
y los himnos pluviales que ancen de su boca
envolviéndonos si como a dos nautas
enlazados al velamen incierto del amor.

Entre sus brazos, vivo.
Entre sus brazos duros quise morir
como un ave mojada.

 

Ahora soy: solo hoy tenemos y creamos

Nada nos es ajeno
Nuestra la tierra
Nuestros el mar y el cielo
Nuestras la magia y la quimera.

Epitafio para una dama de Pretoria

Sobre una idea del poeta Counniee Cullen
Siempre pensó que aún resurrecta
Dormiría la mañana
Hasta que tres ángeles negros
Le hicieran bien la cama
Y , sobre todo , el desayuno.

 

Réquiem para la mano izquierda

Sobre un mapa se pueden trazar todas las líneas
Horizontales, rectas, diagonales
Desde el meridiano de Greenwich hasta el golfo de México
Que más o menos
Pertenece a nuestra idiosincrasia
También hay mapas grandes, grandes, grandes
En la imaginación
E infinitos globos terráqueos
Marta
Pero hoy sospecho que sobre un mapa pequeñísimo
Mínimo
Dibujado en papel de libreta escolar
Puede caber toda la historia
Toda.

 

Elogio de la Danza

El viento sopla
Como un niño
Y los aires jadean
En la selva, en el mar.
Entras y sales
Con el viento,
Soplas la llama fría:
Velos de luna soplas tú
Y las flores y el musgo
Van latiendo en el viento.
Y el cuerpo
Al filo del agua
Al filo del viento
En el eterno signo de la danza.

 

Apodaca

Todavía despoblada,
brillando en el corazón sin habla
de la peregrina,
entro hacia tus corrientes
sumida por ahora bajo las presiones
de un golfo mudo
que toca el fondo de las islas.
Un mono pequeñito
asoma sus ojazos de lechuza intranquila
y acecha en la penumbra la sombra de la Reina;
monito vivaz
como un colibrí chiapaneco.

Y un gavilán levanta vuelo.

Transcurren las horas
como un agua tibia que saltara entre piedras,
ante cada puerta vieja,
ante cada umbral de humo,
entre vitrales cenicientos y rejas escondidas,
destartaladas,
enrojecidas por el sano viento del Prado.
Y rueda la mañana
para que esta peregrina vaya recorriendo
la estrecha y larga calle habanera que llaman
Apodaca.

 

El Tambor

Mi cuerpo convoca la llama
Mi cuerpo convoca los humos
Mi cuerpo en el desastre
Como un pájaro blando
Mi cuerpo como islas.
Mi cuerpo junto a las catedrales.
Mi cuerpo en el coral
Aires los de mi bruma
Fuego sobre mis aguas.
Aguas irreversibles
En los azules de la tierra
Mi cuerpo en plenilunio
Mi cuerpo como las codornices
Mi cuerpo en una pluma
Mi cuerpo al sacrificio
Mi cuerpo en la penumbra
Mi cuerpo en claridad
Mi cuerpo ingrávido en la luz
Vuestra, libre, en el arco.