Uno de los más intensos poetas de la lengua española

Con la edición de Obras Completas de León de Greiff, Alberto Aguirre ha entregado al público colombiano y extranjero la producción del más grande de nuestros poetas vivos. De uno de los más intensos poetas de la lengua española. A pesar de ello, León de Greiff es un poeta mal conocido. Porque una buena parte del público letrado tiene de él una impresión desfigurada. Se le considera poeta de van- guardia, poeta hermético, escritor ininteligible. Y nada más falso.

Desgraciadamente, la crítica colombiana todavía no nos ha dado el estudio fundamental y acertado sobre su obra. Sólo conozco un magnífico ensayo de Sanín Cano al comentar la publicación de Variaciones alrededor de nada y otro de Hernando Téllez. Lo demás son comentarios de ocasión. El que se tome el trabajo de leerse íntegra la obra poética de León de Greiff, fuera de que en ese trabajo encontrará la recompensa, verá que nada hay en toda ella que la acerque a las escuelas de vanguardia. A lo que hace cuarenta años se viene llamando vanguardismo. Ni el hermetismo ni la depuración de la poesía pura, pues se trata de un poeta desaforadamente sentimental. Ni la oscuridad onírica de los suprarrealistas, ya que la razón no deja de estar presente en su creación poética. Ni el atrevimiento y dislocación metafóricos del ultraísmo o el creacionismo: sus metáforas e imágenes son bellísimas pero no se apartan fundamentalmente de la tradición inmediata. El sentido de su obra y sus obras es claro y preciso para el que se tome el trabajo de desentrañarlo. Lo que a muchos lleva a juzgar erróneamente al autor, es la increíble riqueza de su lenguaje, que abunda en palabras desuetas pero admirablemente recogidas, y en voces por él creadas pero dentro de las leyes evolutivas de nuestra lengua. Por una explicable pereza mental, hay muchos lectores que al no entender un buen número de vocablos en una página, pretenden que ésta carece de sentido racional. Y no hay tal cosa. Si comparamos el caso de De Greiff con el del Góngora de las Soledades, por ejemplo, veremos que en éste la complejidad subsiste cuando hemos desentrañado el sentido de todas y cada una de sus palabras, porque queda el retorcimiento latino de la frase y queda el salto difícilmente seguible de la metáfora. Y si de Góngora pasamos a los poemas herméticos de Mallarmé y Valery o a las composiciones suprarrealistas de Neruda, vemos que en estos casos la claridad del sentido es imposible de alcanzar, porque tales poetas buscaron precisamente lo contrario. Por ello puede hablarse de la oscuridad de Mallarmé, de Valery o del Neruda de Residencia en la tierra.Pero carece de sentido hablar de la oscuridad del poeta colombiano.

En el volumen de Obras completas, fuera de dos libros en prosa que poco significan dentro de su labor, se incluyen los cuatro libros de poesía que llevaba publicados, y un quinto inédito. A través de ellos vemos surgir la imagen de un gran poeta que comienza a manifestarse en Tergiversaciones (1925); culmina en El libro de signos (1930) y Variaciones alrededor de nada (1936); comienza a decaer en Fárrago (1954), y se despeña en un erotismo senil, del que sólo logra salvarse su potencia verbal, en Velero paradójico (1957).

Tergiversaciones

En este su primer libro, publicado cuando el autor tiene treinta años pero que contiene composiciones muy anteriores, vemos al gran poeta surgir de en medio de varias influencias. No falta la del primer Juan Ramón Jiménez, tan extendida por esos años: Hoy he estado en el parque y he traído violetas blancas y violetas lilas ...; ni el recuerdo de Darío: Orfeo que taña su lira. Trine su arpegio Filomela. Sople Bouvard, sin ton ni son, y tú, Psique, tréma y suspira ...: yo voy ritmando mi canción Aríeta. (Obras completas, p. 68).y voy tocando mi vihuela mientras el mundo loco gira!; ni más moderna, la de Luis C. López: Aquel tipo azaroso que se bebe sus tragos y que fuma en su pipa con humor displicente, a pesar de sus trazas no es un tipo corriente ... y a pesar de su gesto no es uno entre los vagos!. Pero se trata de influencias que en nada amenguan su originalidad y que, por otra parte, pasan pronto.

Las influencias que han de perdurar a través de su obra son las de un grupo de poetas que gira al rededor de la inmensa figura de Baudelaire (Carolus Baldelarius escribe León): Blake y Poe que lo anuncian, y Verlaine, Rimbaud, Corbiére. Lautréamont y Laforgue que lo siguen en el tiempo y en las direcciones estéticas. Todos estos nombres aparecen repetidamente a través de la obra de nuestro poeta. Pero tampoco disminuyen su pujante originalidad. Porque tal vez, más que de influencias, habría que hablar de similitud de temperamentos. La primeramente nombrada, la de Darío y los poetas modernistas y posmodernistas, ya se dijo, duró poco pero le sirvió como acicate para continuar la renovación formal y profunda del verso castellano. Renovación que tiene el mismo punto de
partida que la de Rubén -la poesía francesa- pero que habrá de llevarlo a comarcas desconocidas por éste. En Tergiversaciones, además, encontramos los fundamentales temas líricos de De Greiff. Los que culminan en algunos de los sonetos alejandrinos del comienzo; en la Balada egótica en tono teatral; en la Balada del mar no visto; en algunos rondeles y en una hermosa Divagación nocturna en eneasílabos. Balada del trovero trashumante. (Obras completas, p.42). Tipos... (Obras completas, p. 93).

Libro de signos

En esta segunda obra encontramos el mismo humor sarcástico y la misma sensibilidad romántica de Tergiversaciones, pero con más intensidad y logro estético. Y encontramos también dos elementos nuevos: uno formal y otro temático. La métrica del primer libro, a pesar de sus audacias, estaba todavía dentro de las normas del modernismo. Ahora De Greiff intenta lograr un verso libre en el que la medida de las silabas y la colocación de los acentos no respondan a la tradición sino que busquen asemejarse al ritmo de la música. Antes de él también se habló de musicalidad de los versos, y no fue poco lo que Rubén pretendió en este campo. Pero él y todos juzgaron que quedaba siempre una distancia insalvable. Esa distancia es la que León ha intentado saltar. Con audacia y, en parte, con acierto: Su voz es como el eco de inauditas músicas, ni en los sueños sospechadas. ¿Tañer de amorosas guzlas moriscas? ¿de sacabuches y de flautas pastorales, y de violas de amor? O el jadear ciclópeo del órgano Que tientan los dedos o las zarpas de Bach y Haendel y de Frank? ¿O el prodigio insólito que logra de la nada el milagro de la sinfonía donde no se funden y todas las voces cantan? Su voz es como el eco de inauditas músicas ni en los sueños sospechadas; o de músicas mútilas urdidas en la propia fábrica loca, de su cabeza. Sonatina en la bemol. (O.C. pág 206)

Esa fusión de poesía y música aparece hasta en los mismos títulos: Fantasía cuasi una sonata, en do mayor: Sonatina en la bemol y Esquema de un quatuor elegíaco en do sostenido menor, que constituye una de las cumbres de nuestra poesía. El elemento temático nuevo es el del paisaje tropical. Aparentemente extraño en un bardo de sangre sueca y alemana, nacido casi que por equivocación en Colombia. Pero aquel irrumpe victoriosamente en su obra cuando el poeta reside durante algunos meses en Bolombolo, a orillas del Cauca, como empleado de la construcción del Ferrocarril de Antioquia. No era mera impresión de turista. Es el paisaje incorporado como estado de ánimo a la poesía: Oh Bolombolo, país de tedio badurnado de trópicos, país de tedio, país que cruza el río bulloso y bravo, o soñoliento: país de ardores coléricos e inhóspites. de cerros y montes mondos y de cejijuntos horizontes despiadados. País de vida aventurera. País de rutilantes playas (de esmerilado cobre -tortura de mi ojos zarcos y cuasi nictálopes-, país de hastiados días y días turbulentos, y de noches que alargan los recuerdos insomnes.

Variaciones alredor de nada

Este tercer libro de versos señala, tal vez, la culminación poética de León de Greiff. Encontramos aquí los mismos elementos poéticos del Libro de signos, pero más acen- drados, más intensos, más altos. En casi todas las composiciones que forman las secciones Musurgia y Mitos de la noche encontramos supremas alturas líricas: Fanfarria en sol mayor. (O.C. p. 191).

Cantes desde la cofa de tu leño: todo en sus brazos nervudos el viento se lleve, se lleve... todo así sea fugaz, nugaz, efímero y transitorio...! Tornátiles sirenas: vuestro hechizo no dura sino cuando es un sueño ...! Sólo es eterno lo ilusorio ... ? Si amantes y rendidas, y si aciagas y pérfidas, -el hechizo es el breve transito de la nube sobre el terso zafiro, tornátiles sirenas, gacelas agarenas? Si pérfidas y aciagas. si rendidas y amantes, -todo no es sino el giro loco de las falenas tornátiles sirenas?

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Todo en sus brazos nervudos el viento se lleve, se lleve... todo así sea fugaz, nugaz. efímero y transitorio...! Tornátiles sirenas: vuestro hechizo no dura ni cuando es sólo un sueño...! Nada es eterno, ni siquiera lo ilusorio...! Amantes y rendidas o pérfidas y aciagas, la testa del greñudo se fundirá en el plato como un balón de nieve ....

En el Libro de relatos, en cambio, lo más original si no lo más grande de su producción, encontramos armoniosamente fundidos sus temas líricos con el sentido del paisaje y de la raza antioqueños, y con todos los temas que le su- ministra su asombrosa cultura literaria y humana.

Farrago y Velero paradódico.

En estos dos libros de su vejez aparece la inevitable decadencia. Subsiste sí su mágico dominio del verbo, pero su uso degenera en charlatanería sin contenido. Del primero se salvan algunos maravillosos sonetos de sentido amargo y desesperado y otras composiciones como la bella Canción nocturna. En cambio el Velero paradójico, ya se anotó, es una mera recopilación de lubricidades que se tornan ridículas en su monotonía, fuera de una larga serie de sonetos punitivos contra los poetas de Piedra y Cielo. Ingenio y dominio métrico pero nada más.

Forma poética.

Lo que primero llama la atención del lector es su increíble riqueza verbal. Y en ella radica la no muy acertada acusación de oscuridad: . Quiero palabras: palabras... ! para urdir una canción. Con duras, finas palabras rosas de luz, adamantes, sardónices y berilos, hefestitas, crisoparsas y granates rosas de luz, peridotos, ópalos, rubíes, jades-, con finas palabras, dale .Xeherazada a Aladino- amor, poderío, alcázares, y de ello ya no se infiere si horas o días o años o siglos o instantes hace: de otro prodigio -tamaño-, nadie, orsado ni tonto, nadie sabe. Sonata alla breve. (O.C. pág 327)

No faltan los lectores ingenuos que consideran lo anterior absolutamente ininteligible. Pero si se tomaran la brega de consultar un buen diccionario, verían que es una mera enumeración de piedras preciosas y menos preciosas. Y he buscado un ejemplo extremo. Pero a través del rico lenguaje de León de Greiff lo que encontramos es el feliz hallazgo de hermosas palabras castellanas olvidadas por muchos. Hojeando sus páginas saltan al azar las siguientes: zahareña, escandir, ferial, azagaya, virote, acidia, calino, lueñe, singlar, espelunca,etc. Otras veces se trata de un neologismo, pero formado de acuerdo con el genio asimilador de nuestra lengua, o por medio de derivaciones raras de palabras comunes: penseriosa, nugaz, belísono. caricioso. Cuando el lector ha penetrado el sentido del vocabulario greiffiano, ha logrado un intenso placer estético, y descubre que la idea que las palabras recatan, es clara y nítida. Y ahora conviene analizar un poco su métrica. En Tergiversaciones predominan los versos y las estrofas tradicionales del modernismo: el soneto alejandrino; el eneasílabo, asonantado y aconsonantado; los alejandrinos pareados; los tercetos de varia factura, etc. Pero en esas construcciones tradicionales se observan descoyuntamientos intencional y frecuentemente buscados, que rompen el sonsonete, pero que no anulan sino, al contrario, realzan la profunda armonía verbal. Y en el Libro de signos y en Variaciones, el poeta ha logrado su absoluta independencia, en la cual no rechaza sino que aprovecha las conquistas del pasado, pero poniendo a las estrofas y metros antiguos, cuando los usa, el sello de la recreación personal. Generalmente usa en la misma composición una gran variedad métrica, y un verso aparentemente libre, pero cuyo ritmo formal está logrado con sabiduría y perfección: Y hay otros que concluyen por decir que el hombre es duro, sórdido, avaro: y yo dilapidé mi fortuna de ensueños como si fuera un nuevo rico. y yo dilapidé mi invaluable Tesoro de Pasión, cuyo grito resonará en las edades... Doné mi corazón, y de adehala mi vida misma, y para que con él -endurecido- zurcieran calcetines en la paz hogareña...!. En el ejemplo anterior, y en muchos otros, el poeta prescinde de la rima. Pero tiene todo el derecho a hacerlo quien con ella ha jugado, y quien ha sabido utilizarla como pocos: ¿Qué se hizo la frágil avena? En el silencio ocultaría su aceda voz sin alegría la flauta lontana que un día trabó su oscura cantinela con el canto de la folía? Qué se hizo la frágil avena? Ha tiempo esa flauta no suena.... Con tales recursos rítmicos el poeta se lanza a imitar las formas musicales. Hasta donde esa imitación es posible. En sus composiciones con títulos de Sonatina o Preludio o Variaciones, las primeras líneas nos dan un tema que se repite, elaborado cada vez en forma distinta, en los períodos o estrofas siguientes. Claro que no hay que tomar muy a lo serio la fidelidad a las diferentes formas de composición musical, y sería inútil buscar una exacta adaptación de la forma sonata. Si se intenta ser estricto, lo que De Greiff realiza en tales imitaciones es lo que en teoría musical llamaríamos “tema con variaciones libres”. El análisis de sus procedimientos formales quedaría incompleto sin hacer referencia a los mitos y nombres simbólicos y no simbólicos que emplea a cada momento, y que son otra de las causas de aparente oscuridad.

La resurrección de la mitología en la lengua poética española fue obra de Darío, pero el público se acostumbró a ella, y cree que entiende un poema del nicaragüense a pesar de que la mayoría de los lectores no sepa quien es Filomela ni Sirinx, ni Cleopompo ni Heliodemo. Pero cuando los nombres no han sido oídos antes, como ocurre con los que De Greiff emplea, entonces sí manifiesta su desconcierto, aunque la falta de comprensión sea igual en ambos casos. Porque las citas de mitología griega y romana son escasas en nuestro poeta.

Apenas, sí menciona de vez en cuando a Venus o a las sirenas o a Medea. En cambió usa y abusa de Xatlí, Budur. Lilith, Loreley, Melusina, Morgana, Bibiana, Ulalume, Iseo. Y cuando quiere desdoblar su personalidad, crea a Matías Aldecoa, Gaspar von der Nacht, Erik Fjordsson, Gunnar Tromholt o Sergio Stepansky. Cuando el lector no se asusta e inquiere de dónde ha salido tanta gente, se da cuenta de que se trata de creaciones de la mitología nórdica y medieval; o de los poetas favoritos de De Greiff, como Poe; o cuando no, de la imaginación nórdica y poeana de León. Y se da cuenta también de que el valor simbólico o, en el peor de los casos, meramente rítmico, es espléndido.

Contenido poético

Si De Greiff no fuere más que lo que he intentado describir y analizar, sería ya una alta figura de nuestras letras. Pero ocurre que esa riqueza formal recata a uno de los más intensos poetas, por su alto humor, por su sentido racial y por su profundidad y variedad líricas. Desde las primeras páginas de Tergiversaciones aparece un ironista sardónico y un poco amargo, como en su descripción de la Villa de la Candelaria. Pero en sus mejores momentos logra las cimas del verdadero humor, al unir la sonrisa burlona con la ternura comprensiva. Esta actitud es más notoria en muchas de sus composiciones de los dos libros siguientes, en especial en los Relatos del tercero:Cambio mi vida por lámparas viejas o por los dados con los que se jugó la túnica inconsútil: -por lo más anodino, por lo más obvio, por lo más fútil: por los colgajos que se guinda en las orejas la simiesca mulata, la terracota nubia, la pálida morena, la amarilla oriental, o la hiperbórea rubia: cambio mi vida por un anillo de hojalata o por la espada de Sigmundo, o por el mundo que tenía en los dedos Carlomagno: para echar a rodar la bola.... Otras veces se limita a reír, a reír con toda la boca, como en la famosa Farsa de los pingüinos peripatéticos, sátira descomunal contra los que se asustaban con su obra poética. Y otras veces, en sus poemas de tono más serio y desgarrado, mezcla rasgos de humor y gracia, que resaltan el efecto lírico. Es también un poeta racial. De la raza antioqueña. Aunque tenga poca sangre criolla, el ambiente y la tierra donde transcurrieron sus primeros años, se le impusieron. Y ello es visible en su poesía, como se anotó, sobre todo después de su estada en Bolombolo. Es un poeta del paisaje antioqueño en los diversos poemas que ha consagrado a nuestro Cauca y a su región. Y lo es de la raza, sobre todo, en el magnífico Relato de Ramón Antigua, donde su barroquismo formal casi que desaparece para dejar al narrador costumbrista, que escoge la forma tradicional del romance, elaborado con sencillez y perfección: Bajaron al corredor, subieron a las hamacas. Ahora llegó el recuento balance de la jornada: mientras sirven el condumio gozosamente se parla: mientras se parla se fuma; se bebe mientras se yanta; se conversa en hiperbólico cuasi mentir, mientras canta Relato de Sergio Stepansky (O.C pág. 426).

la marmita en el fogón, mientras sueña la montaña sueño de ceibos robustos y de esbeltísimas palmas. Pero lo culminante de nuestro poeta lo encontramos en su inspiración lírica. Su sensibilidad, humana y estética, agudizada por la mezcla de razas, se oculta a veces a través de los recursos formales analizados anteriormente, pero el lector atento la siente latir bajo la pompa verbal. Otras veces se desnuda y estalla en grito de incontenible romanticismo. Porque De Greiff es un poeta esencialmente romántico, si damos a esta palabra su sentido más amplio: lo dionisíaco, por oposición a lo apolíneo.

¿Cuáles son los temas fundamentales de su inspiración lírica? Conviene destacarlos un poco. En primer lugar el amor que ocupa un amplio espacio en su producción. Pero debe anotarse que se trata del amor etéreo y soñado o del amor carnal: Poe o Baudelaire. Nunca aparece en sus versos esa pasión total humana, de plenitud a la vez corporal y espiritual, que, justo es reconocerlo, no son muchos los poetas que han logrado expresar. Oigamos el primero: Y lloremos un poco por lo que tanto fue ... por el amor sencillo, por la amada tan buena, por la amada tan buena, de manos de azucena ... Corazón mentiroso! si siempre la amaré!. Y el segundo: Tú me dijiste, oh Mía, palabras muy profundas ... pero efímeras cuánto! ¿Qué pueden nuestros frágiles designios ante el amor turbulento?

René Uribe Ferrer