Vuelve
(1904)

Ven otra vez y tómame
amada sensación retorna y tómame
cuando la memoria del cuerpo se despierta
y un antiguo deseo recorre la sangre;
cuando los labios y la piel recuerdan
y las manos sienten que aún tocan.

Ven otra vez y tómame en la noche,
cuando los labios y la piel recuerdan.

Deseos
(1904)

Como bellos cuerpos
que la muerte impidió envejecer
y yacen, encerrados con lágrimas,
en magníficos sepulcros,
coronados de rosas y a los pies jazmines,
así son los deseos no satisfechos:
aquellos que nunca se gozaron
en una noche sensual
o en una resplandeciente madrugada.

Fui
(1905)

Nunca me contuve. Me di completamente y fui.
Me di a aquellos placeres que eran casi realidad
y estaban en mi mente;
me di a las vibrantes noches
y bebí un vino fuerte
como sólo los valientes beben del placer.


Tanto como puedas
(1905)

Aún si no puedes ordenar
tu vida como quieres,
al menos intenta
no degradarla
en el demasiado contacto con el mundo,
con la demasiada actividad
y las demasiadas palabras.
No la degrades llevándola de un sitio a otro,
sometiéndola a la cotidiana estupidez
de las fiestas y las relaciones sociales,
hasta que llegue a convertirse en una carga.

Jura
(1905)

Jura una y otra vez rehacer su vida.
Pero cuando llega la noche con sus consejos,
sus compromisos y promesas,
cuando la noche llega con la fuerza
de un cuerpo que pide y necesita
él retorna, perdido, a su fatal deseo.

Una noche
(1907)

La habitación era barata y sórdida,
oculta sobre la dudosa taberna.
Desde la ventana podías ver la sucia
y estrecha callejuela. Desde abajo
venían las voces de algunos obreros
que jugaban a las cartas y se divertían.

Y allí, en esa pobre y usada cama
tuve el cuerpo del amor, tuve los labios
voluptuosos y rosados de la embriaguez,
rosados de tanta embriaguez
que ahora, cuando escribo, después de tantos años,
en esta casa solitaria vuelvo a estar borracho.

La vitrina del estanco
(1907)

Frente a la iluminada vitrina de un estanco
junto a otros, se detienen.
De repente, sus miradas se cruzan
mostrando, tímidamente, sus deseos.
Luego, caminando hacia la acera
sonríen, aceptándose.

Después, el coche cerrado…
El cálido contacto de la carne,
el abrazo de los labios y las manos.

Su principio
(1915)

Su ilícito placer
se ha consumado. Se levantan
y rápido se visten sin hablar.
Salen separados, furtivamente, de la casa,
y mientras bajan la calle van inquietos,
sospechan que algo delata
en qué clase de cama yacieron hace poco.

Pero cuánto ha ganado la vida del artista.
Mañana, pasado mañana, años después
serán escritos los versos
que aquí tuvieron su comienzo.

Recuerda cuerpo
(1916)

Recuerda cuerpo no sólo cuánto fuiste amado,
no sólo en que lechos estuviste,
sino también aquellos deseos
que brillaban en los ojos
y temblaban en la voz
y que hizo vanos
algún obstáculo del destino.
Hoy, que son polvo del pasado,
parece como si los hubieses satisfecho
-Cómo ardían, recuerda, en los ojos que te contemplaban,
cómo temblaban por ti en la voz, recuerda cuerpo-.

En la mesa vecina
(1918)

Tendrá ventitrés años,
sin embargo, que seguro estoy hace veintidós
gocé este mismo cuerpo.

No es que me excite mucho.
Hace sólo unos minutos entré al casino,
no he tenido tiempo de beber mucho.
Yo he gozado ese cuerpo;
si no recuerdo dónde, eso no importa.

Ahora, cuando se sienta a la mesa,
reconozco cada movimiento, y bajo sus ropas,
veo de nuevo los miembros que amé, desnudos.

Que permanezca
(1918)

Serían la una de la mañana
o la una y media.
En un rincón de la taberna
completamente vacia, a excepción de nosotros,
delante del biombo de madera
una lámpara de aceite apenas alumbraba.
Cerca a la puerta dormía el cantinero
que nos había atendido hacía un momento.

Nadie podía vernos.
Pero estábamos tan excitados
que poco nos habría importado.

Nuestras casi sueltas ropas -no llevábamos
muchas- era un maravilloso
y cálido julio;
el deleite de la carne a través
de nuestras ropas medio abiertas,
-el breve desnudamiento de los cuerpos-
Una visión que vuelve después de veintiséis años
y permanece en el poema.

El sol de la tarde
(1918)

Este cuarto, qué bien lo conozco.
Le están alquilando, y el de al lado
para oficinas. Toda la casa se ha convertido
en oficinas para intermediarios y negociantes.

Esta habitación, cuán familiar es.

El sofá estaba allí, cerca a la puerta,
y frente a él un tapete turco;
aquí, el anaquel con dos vasos amarillos.
A la derecha -no, en frente- un armario con un espejo.
En el centro, la mesa donde solía escribir
y las tres sillas grandes de mimbre.
Cerca a la ventana estuvo la cama
donde nos amamos tantas veces.
En algún lugar deben estar esas pobres cosas.

Cerca de la ventana estuvo la cama.
El sol de la tarde llegaba hasta el medio.

…Una tarde, a las cuatro, nos separamos
por una semana… Entonces
esa semana se hizo eterna.

En la cubierta del barco
(1919)

Se parece a él, por supuesto,
este pequeño retrato hecho a lápiz.

Fue hecho de prisa, en la cubierta del barco,
una tarde mágica,
con el mar de Jonia rodeándonos.

Se parece a él, aun cuando le recuerdo mas bello.
Era de una sensibilidad casi enfermiza
y eso iluminaba mas su rostro.
Y más hermoso me parece ahora
cuando le recuerdo hace ya tantos años.

Hace ya tantos años. Todo ha envejecido-
el retrato, el barco y aquella tarde.

Desesperación
(1923)

La ha perdido. Y trata de encontrar
sus labios en los labios de cada nuevo amor;
en cada nuevo abrazo quiere convencerse
que al mismo joven se entrega.

Le ha perdido, como si nunca hubiese existido.
Quería, decía, salvarse de ese
corrupto y enfermizo deleite sexual,
deshonesto e infame placer.
Aún tenía tiempo, decía, de salvarse.

Le ha perdido, como si nunca hubiese existido.
Con fantasías, con alucinaciones
trata de encontrar sus labios en los labios
de otros hombres jóvenes, quiere sentir
de nuevo, su forma de amar.

Traducción por Rena Frantzis y Harold Alvarado Dibujos de Fraser Diesel