I 
  Tantas teorías rotundas 
    para los amantes callejeros, 
    tantos límites para el vuelo de la brasa, 
  tantos libros contra el beso y su poquito de aurora. 
Banderas, pues, al paso 
    que hace de la luz 
    otro modo del tumulto. 
Rompan toda luna, ocupen el mar posible.
Libre de amor, 
  ellos harán con sus vidas 
    un arte de caballos. 
  
II 
    Denles brisas cantoras 
Échenlos a la calle sin sombreros 
Pónganlos frente a los estadios de la noche 
    Sean sus bocas como escorpiones entre llamas 
    Sean sus mordiscos como 
    espadas contra pomelos 
Todos los atavíos del sol 
    a los amantes callejeros 
    que hacen flotar los parques 
    con la orientación de los párpados. 
Préstenles un cuarto el gran domingo 
  y el lunes volverán destruidos intactos 
    en paz con el primer anuncio de sus muertes. 
  
III 
  Perpetua contraseña 
    la del llanto. 
Ya ellos tienen la sangre contada.
Y ni el mar los consuela. 
  
IV 
    Miran la noche 
    con una devoción que interrumpe 
    el verano numeroso. 
Ella tiene en el cuerpo 
    ansia y llanuras. 
Él prepara, incierto, 
  el mapa del tránsito. 
  
V 
    Don de las ventanas cerradas: 
    los amorosos se surten de luz 
    abriéndose los ojos. 
  
VI 
    Oh, guerra santa 
    de ensangrentar las manos 
    en la más endeble distancia. 
Buscando un aire sin cárcel 
    el primer gemido 
    certifica el futuro de la fiesta. 
La furia se resuelve 
    en un labio exhausto 
    y el cielo de desliza como reunión de delfines. 
Pero en la memoria del amado 
    late ya la nueva llaga. 
  
VII 
    Paradoja industrial: 
    son ellos 
    los que mejor empleo 
    dan a la idea de progreso. 
En la distancia 
    sus manos cogidas 
    purgan y lavan toda la ciudad. 
  
VIII 
    Paisajes 
últimos 
    del mundo: 
Amantes solos 
    calman al mar 
  con las sobras de su respiración.
La salida en el camino de Damasco a Beirut(1887)
Oye a tu padre, 
  Oye, Manzur, el fuego que divide estos orígenes.
    Rauf, anda, hay otro mundo
    al fondo de ese mar opulento,
    montañas que se derraman,
    cielos sangrados por los auguroes del holgorio,
    tierras donde no ya no cabe más soledad.
(Nos iremos mañana
    sin decir nada 
    a nadie)
La guerra pesa ya demasiado 
    en estas leves sangres de alfareros.
Oh, ascuas natales que liquidan
    la fe de los limones,
    el designio de los creyentes.
Rauf, alista tus ojos.
    Llevaremos lo que, ahora, somos: 
    una maleta, cuatro cuerpos y
  y memorias
Consejos de Elías Rumié
    a su hijo(1898)
Y usted, mijito, criatura de oro,
  cuándo comenzará a arar destino,
    a cantar agua en las manos,
    a consumir os motivos del vuelo.
Volveremos
    a vernos, 
    tal vez, en dos mil años,
    y no seré Elías, su padre,
    sino un brillo gastado por la ausencia.
Aproveche estos ríos salvajes
    donde la luna 
    como en Ramalha
  es comida para el extraño.
Balada de Teresa Dáger
No hubo mujer bajo estos soles
  como Teresa Dáger:
    mitad cedro, mitad canoa.
Era bella, inclusive, al despertarse
  Y después de comer ese pobre trigo
    nativo.
En las esquinas, a su paso,
    Hombres sudorosos
    interrumpían las liturgias del comercio
    y maldecían la muerte.
Era una forma ansiosa.
  Procedía de una furia vegetal.
No la salvó tampoco su belleza.
  Ahora, a los 80 años,
    a diferencia de otras que fueros feas y 
    felices,
    Teresa Dáger sueña sola en le piso 15,
    rodeada de zafiros derrotados.
Y solo piensa en ese arriero de Aleppo
    que el 7 de agosto de 1925
    La miro con ganas y en silencio
Tres segundos antes de que su padre
  la enviara al destierro de la trastienda.
Del silencio
Cuando ella puso la mano de él
    en su sexo intacto
    y él usó su mano como quien roza
  un fuego nunca prometido
Cuando ella lamió su ombligo
  con aquella sed súbita y antigua
  y él vió brillar sus nalgas
  como una zanja de pedernal en la noche de la selva
ambos supieron que sus abuelos tenían razón.
La mayor pobreza está en las palabras