El reino errante

Jorge García Usta es uno de los poetas imprescindibles, entre los nacidos en los años sesentas, por la profundidad de sus búsquedas, por sus dos libros anteriores de poesía, Noticias desde otra orilla y su Libro de las crónicas, donde dio muestras de un amplio manejo temático y de una sutil indagación con el lenguaje.

Ahora, en este su nuevo libro, El reino errante , vuelve a mostrarnos su camino seguro en la palabra, y ese ingrediente constante en su poesía: tiene “asuntos” que expresar, un mundo que no se evade en ningún supuesto simbolismo, en la imagen por la imagen, algo que se evidencia en buena parte de la reciente poesía y que tiene que ver con un remover las aguas para parecer profundos.

El reino errante es una saga que rastrea la inmigración árabe a nuestro Caribe, y con ella su integración y fusión con otras etnias, sus aportes a la modernización de la economía caribeña. Con las mujeres que dejó ese cruce étnico, ante la aparición de los árabes en nuestras costas, esos ojos almendrados que se encuentran en cualquier recodo de una calle de la Costa Atlántica, bastaría para erigir un monumento a esos antepasados venidos de Oriente. “Crónica de una epopeya” llama a este libro el buen poeta Rómulo Bustos. Desfilan por él, por la palabra enamorada de García Usta, seres venidos de Damasco y Beirut, y otras latitudes a Cartagena y al Sinú, de donde es oriundo nuestro poeta. Beduinos trocando “la gracia de la mezquita” por “la tierra de Domingo Biohó, de Tarcisio Palomeque”, haciendo una yunta amorosa entre dos tierras, juntando lejanías.

El libro de poemas de Jorge García Usta es como un pequeño y gran fresco de la migración árabe, de sus avatares, de sus soledades, tristezas y alegrías. Shatila fulge de pronto como un muro de sangre. Mahmud Darwish recibe la visita de los trópicos y la más reciente historia del mundo árabe se entrelaza con una hermosa Casida del trovador de ventanas . Jorge García Usta, nieto de un artesano de Damasco, traza como en un sueño el cruce de dos ríos.

Magazín Dominical de El Espectador ,Bogotá, No. 418, 28 de abril, 1991.

Camilo Lobo Zurek