La publicación de Romancero gitano dio a Federico García Lorca inmediato prestigio, convirtiéndolo en el poeta popular andaluz por derecho propio, una especie a medio camino entre torero, gitanería, superstición y pandereta que terminó por atormentarle. Luego de una violenta crisis emocional decidió viajar a Cuba y Estados Unidos en busca de alivio y nuevas fuentes de inspiración. El viaje produjo una obra maestra: Poeta en Nueva York, libro que hace pendant con algunas de las obras de Eliot, Pound, Celan y Auden sobre el horror y la muerte en vida de las sociedades mecanizadas.

García Lorca, "poeta popular", se encuentra "de la noche a la mañana" frente a una ciudad y una sociedad de acero y finanzas que muerde el polvo en la noche negra del anunciado derrumbe del capitalismo. Mientras las castas imperiales Vanderbilt, Morgan y Rockefeller hacían de las suyas, millones de inmigrantes italianos, judíos, irlandeses y negros del sur llegaron a New York para padecer, y ser testigos, del fracaso de la democracia celebrada por Whitman.

Entonces las imágenes surrealistas reemplazan las del romancero para producir con dolor y angustia la viva imagen de caos, violencia y oscuridad que vio. "New York, -dijo a Pablo Suero-, es algo tremendo, desagradable. Tuve la suerte de asistir al formidable espectáculo del último crac. Fue algo muy doloroso, pero una gran experiencia… Vi en un día seis suicidios. Íbamos por la calle y de pronto un hombre se tiraba del inmenso edificio del Hotel Astor y quedaba aplastado en el asfalto. Era la locura… Una visión de la vida moderna, del drama del oro, que estremecía".

New York: símbolo infernal de la vida en el siglo XX, máquina destructora de la conciencia, devoradora del ser, partera de la soledad y soledad ella misma, emperatriz del mundo que separa al hombre "debajo de las multiplicaciones, debajo de las divisiones", donde nadie parece ser y donde un día todo estará al revés.

Harold Alvarado Tenorio