Algunas posiciones

1

Cuando hablo de mística, de pintura o de teatro, lo hago con esa tranquila liberalidad con que sabe razonar acerca de todo el aficionado de libre espíritu.

Por el contrario, cuando se habla de literatura pienso en el libro en sí y pierdo la facultad de emitir juicios. Necesito ser sacudido y arrancado violentamente, como de un desmayo, de esa sensación de ensueño físico que me produce el libro y, únicamente después, y de muy mal talante, venciendo cierta ligera repugnancia, logró participar en la conversación sobre un tema literario, en la que no se hable, sin embargo, del libro, sino de cualquier otra cosa: del teatro de variedades, por ejemplo, o de poetas, corrientes y escuelas artísticas, el nuevo arte, etcétera.

Por voluntad propia, sin coacción, por ningún motivo emigrará jamás del universo que me preocupa a ese mundo de despreocupación de los aficionados.

2

Las corrientes contemporáneas han imaginado que el arte es como una fuente, cuando en realidad es como una esponja.

Han decidido que el arte debe salir a borbotones, cuando debe absorber y saturarse.

Han declarado que el arte puede ser descompuesto en métodos de representación, cuando en realidad está integrado por los órganos de percepción.

El arte debe estar siempre entre los espectadores y mostrarse más limpio, susceptible y correcto que ellos, pero en nuestros días ha descubierto el maquillaje y los camerinos y se muestra desde un escenario de variedades; como si en el mundo hubiera dos tipos de arte y uno de ellos (gozando de cierta reserva) pudiera permitirse el lujo de la autocorrupción, lujo que equivale al suicidio. Se asoma desde el escenario cuando debiera ahogarse en la galería, en el anonimato; e ignora casi por completo que es visto por todos y que al estar agazapado en un rincón es aniquilado por la luminosidad y la fosforencia, como por alguna enfermedad.

3

Un libro es un fragmento cúbico de la conciencia abrasadora, humeante nada más,

El canto del urogallo es la preocupación de la naturaleza por la conservación de las aves, el tañido primaveral de ésta en los oídos. El libro es como el urogallo en la era. No escucha nada ni a nadie; encerrado en sí mismo, escucha con gusto su canto.

Sin el libro la estirpe espiritual no podría perpetuarse. Se destruiría. Los monos no lo tuvieron.

Fue escrito. Creció, se llenó de inteligencia, vió lo que había que ver, y se hizo adulto, tal como es ahora. El no tiene la culpa de que podamos verlo tan profundamente. Tal es la estructuración del universo espiritual.

Hasta hace poco se pensaba que las escenas de un libro eran escenificaciones. Esto es un error. ¿Para qué le servirían? Se ha olvidado que lo único que tenemos en nuestro poder es la posibilidad de no deformar la voz de la vida que suena dentro de nosotros mismos.

La incapacidad de encontrar y decir la verdad es una deficiencia que no puede ser encubierta por ninguna capacidad de decir la no verdad.

El libro es un ser viviente. Está consciente y en su pleno juicio; cuadros y escenas son lo que ha traído del pasado, lo que recuerda y no está dispuesto a olvidar.

4

La vida no comienza ahora. El arte no tiene comienzo. Siempre estuvo presente, hasta que se estableció definitivamente.

Es infinito. Y aquí, en este momento, fuera de mí y dentro de mí, es como es. Es como si una sala de actos que abre sus puertas repentinamente, me bañara con su fresca e impetuosa universalidad y eternidad; como si el instante hiciera un juramento.

Ningún libro verdadero tiene una primera página. Nace como el rumor del bosque, sólo Dios sabe dónde, y crece y se desliza despertando a la recóndita espesura, y de repente, en el instante más oscuro, aturdidor y terrible, al final toma la palabra con toda la fuerza que había acumulado.

5

¿En qué reside el milagro? En que alguna vez vivió en este mundo una jovencita de diecisiete años llamada María Estuardo, y en que, en cierta ocasión, un día de octubre, sentada junto a una pequeña ventana detrás de la cual ululaban los puritanos, escribió una poesía en francés que terminaba con las siguientes palabras:

Car mon pis et mon mieux

Son les plus déserts lieux.

En que en cierta ocasión, junto a una ventana detrás de la cual octubre se envalentonaba y enfurecía, el joven poeta inglés Charles Algernon Swinburne concluyó su Chastelard, en la que el débil lamento de las cinco estrofas de María se hinchó con el terrible estruendo de cinco trágicos actos.

Y en que en una ocasión, casi cinco años atrás, un traductor miró por una ventana y no supo de qué admirarse más: de que la nevasca de Elabuga conociera el idioma escocés y, de que así como en aquel lejano día, todavía ahora se preocupara por la jovencita de diecisiete años; o de que la jovencita y su afligido poeta inglés le hubieran podido relatar tan bien, de manera tan inspirada y en ruso, aquello que continuaba preocupándolos a ambos y que no cesaba de perseguirlos.

¿Qué significa esto? se preguntó el traductor. ¿Qué está sucediendo allá? ¿Por qué ese lugar está tan lleno de quietud y al mismo tiempo tan lleno de tormenta? A juzgar por esto, podría pensarse que ellos están desangrándose. Sin embargo, sonríen.

Ahí está el milagro. En la unidad e identidad de la vida de estas tres personas y de muchas otras (testigos oculares de tres épocas, rostros, biografías y lectores) en el auténtico octubre de año desconocido, que suena, enceguece y se enronquece allá, detrás de la ventana, bajo la montaña, en... el arte.

Ahí está el milagro.

6

Existen malas interpretaciones. Hay que evitarlas. Son el lugar donde se rinde tributo al aburrimiento.

Se suele decir que el escritor es poeta...

La estética no existe. Creo que ésta es un castigo porque miente, perdona, favorece y condesciende; porque sin saber nada sobre el hombre, chismea sobre las especialidades.

¿Retratista, paisajista, pintor de género, de naturaleza muerta? ¿Simbolista, acmeísta, futurista? ¡Qué jerga tan insoportable!

La estética es, como se sabe, una ciencia que clasifica los globos según la forma y el sitio en donde tienen los agujeros que les impiden volar. La poesía y la prosa, que comunmente son inseparables, para ella son polos opuestos.

Por su oído innato, la poesía busca la melodía de la naturaleza entre el rumor del diccionario, y después de haberla elegido, como se elige un motivo, se entrega a la improvisación.

Por intuición, gracias a su espiritualidad, la prosa busca y encuentra al hombre en las categorías del lenguaje, y si durante mucho tiempo se ve privada de él lo reconstruye de memoria y finge haberlo encontrado en plena actualidad. Estos principios no existen por separado.

Fantaseando, la poesía encuentra casualmente a la naturaleza. El mundo vivo real es el único concepto logrado de la imaginación; y una vez logrado continúa teniendo éxito ilimitadamente. Y al prolongarse segundo a segundo sigue victorioso. Aún está vigente, y es profundo, ininterrumpidamente fascinante. De él no te desilusionas a la mañana siguiente. Sirve al poeta de ejemplo aún más que la naturaleza o el modelo.

7

Locura es confiar en el sentido común. Locura: dudar de él. Locura: mirar hacia adelante. Locura: vivir sin mirar. Pero, a veces, poner los ojos en blanco y escuchar --mientras, golpe a golpe, sube la temperatura de la sangre al recordar las convulsiones de los relámpagos en los polvorientos techos y estatuas de yeso-- cómo comienza a aletear y a hacerse oír en la conciencia el reflejo de la pintura mural de alguna tormenta ajena que pasa de largo y es eternamente primaveral: esto es la más pura locura.

Es normal tender a la pureza.

Así nos acercamos a la esencia pura de la poesía. Esencia inquietante como el lúgubre girar de decenas de molinos al borde de un campo desnudo en un año negro y hambriento.

1919, 1922.

Algunos fragmentos de este artículo se publicaron en el libro Cartas del verano de 1926, Borís Pasternak - Marina Tsvietáieva - Rainer Maria Rilke. México, siglo XXI.