Gloria Luz Gutierrez
Federico Díaz Granados el vate de la tertulia
Gloria Luz Gutierrez entrevistada por Alonso Sánchez Baute
La obra cumbre del nefelibata Federico Díaz Granados

Paula Jaramillo y JG Cobo Borda
Gloria Zea y Maria Victoria Calero

Poesía & Gastronomía



Gloria Luz Gutierrez y Federico Diaz Granados

<<Unos les llaman "goteras", otros les dicen "canjeros",
algunos son más conocidos como los "pagadiario",
a los que no les importa, el remoquete "usureros",
pero definitivamente el común de la gente
los recuerda como "prestamistas" o "agiotistas">>

El Espectador, Noviembre 12 de 2006, pgs., 10-A

Las sociedades de consumo, cuyo caprichoso modelo es el American way of life, han empujado a los cachorros de las clases medias, no sólo a alcanzar la estatura física y el color de la piel de las aristocracias, sino a hacer de la cultura, la joya de sus coronas, y de la gastronomía, el centro de sus tenidas semanales. Un ambicioso o ambiciosa venida a mas, merced al éxito alcanzado en sus profesiones, negocios, la política o el narcotráfico, a lo primero que recurre, cuando ya no sabe que hacer con el dinero excedente, es pasar de los viajes a Egipto y New York y de la ropa de marca, a la compra de instalaciones de pintores horrendos, la asistencia a conciertos de música culta, o la obligatoriedad de su servidumbre de oír emisoras como la HJCK o la que regenta, con la escasa luz de sus ojos, un vecino del eje cafetero que pronuncia todas las palabras del idioma como si fuera la Reina Isabel de Inglaterra. Poesía & Gastronomía, como diría Platón, de los banquetes en los cuales el marido de Xantipa discurría sobre su pasión por los muchachos que habían fallecido en las Termópilas.

Todo nos llega tarde” dijo Julio Flórez. Y es cierto. En Colombia, menos la muerte, resucitan, con uno o dos siglos de retraso, las ocurrencias políticas y sociales y los eventos culturales de otras naciones. Nuestras vanguardias, por ejemplo, surgieron con medio siglo de retraso y sólo, ahora, con casi trescientos años de olvido sobre sus laureles, han aparecido las tertulias, los salones literarios y las Maison de poésie.

Salones y tertulias literarias que se inventaron los liberales europeos para organizarse contra los gobiernos absolutistas de reyes y validos, y que luego reproducían, ya sin el halito revolucionario, intrigantes de toda laya, como aquel Rafael Montesinos que mantuvo por mas de cuarenta años una en Cultura Hispánica de Madrid, donde leyeron sus versos notables compatriotas como, si la memoria no me traiciona, Cote Lamus y Cote Baraibar, García Prada, Charry Lara, Mariela del Nilo, Álvaro y Santiago Mutis, una jovencísima Piedad Bonet, Rojas Herazo,  Amira de la Rosa, Olga Helena Mattei de Arosemena, y en múltiples ocasiones Eduardo Carranza, a quien apenas superaba en presentaciones Ramiro Lagos, un imitador de Cote en lo físico y de Carranza en la lírica.

Tertulias que no había inventado, por supuesto, el franquismo. Hubo otras, como aquellas de Ramón del Valle Inclán y Ramón Gómez de la Serna, a las que asistía mucha gente, no sólo por querer conversar a gusto y hacer amigos, sino para alejarse de esas pensiones donde vivían los tertulianos, olorosas a repollo, rodeados de mujeres gordas, desgreñadas y odiosas, que deambulaban todas las noches azotando sus viejas chancletas y sacando la bacinilla llena de orines.

Hace poco, un remitido de prensa informaba que el gobierno colombiano había premiado 100 tertulias literarias, gracias a la ayuda de dos empresas dedicadas al negocio de la cultura, comentando, de paso, que para el concurso se habían inscrito medio millar, la mayoría con nombres tan exóticos como Sueños de la Atarraya, 70 Garrapatas tocando violín, La Chiva Loca, La Mesa Cuadriculada, La Embarrada, El Club de los Lagartos o Nadie sabe para quien trabaja.

Sin embargo, luego de una investigación prosódica y sintáctica, los directivos del Instituto Caro, Palacio, Cuervo y Volcán han informado que la más antigua y mejor de ellas factura nombre de mujer y honra la memoria de otra: La Tertulia de Gloria Luz, en recuerdo de María Mercedes Carranza. Como Decano de la Tertulia funge el joven vate Federico Díaz Granados, apoyado de día o de noche por otros líridas como Mario Rivero, su padre, José Luís Díaz-Granados, Álvaro Miranda, Alexandra Samper, Dora Castellanos, Pedro Alejo Gómez o Melibea Garavito, hija de la difunta poetisa hija de Eduardo Carranza.  

Según informa el cronista de la noche Alfonso Sánchez Baute en un extenso artículo publicado en El Espectador, cada primer Martes de mes, -doña Gloria Luz Gutiérrez Villegas, literata infantil y odontóloga titulada, junto a su esposo, el médico y gerente de hospitales públicos Lucho Alfonso Roa, su hermano Carlos Gutiérrez Villegas, hombre de empresa y filántropo de la Fundación Social Servimos y el actor y político Danilo Santos-, en un lujoso y gigantesco apartamento [Transversal 3 No. 85-10 Torre F, Apartamento 801] adosado a los cerros tutelares de la ciudad y bajo severas medidas de seguridad, reúnen un promedio de doscientas personas que entre güisquis, tamales tolimenses y música de cuerda oyen declamar a los mas celebrados cantores del tango, la mala vida, los peligros de los caminos, las roturas del corazón o las entrepiernas de las muchachas.

Dice el investigador que todo el éxito de La tertulia de Gloria es resultado del “rigor académico¨ que Federico Díaz Granados imprime a sus agendas culturales, quizás porque a pesar de haberse educado, casi en exclusivo, en las noches de Saint Amour, El bulín, Famas y cronopios y Arcadia, bares y lugares de encuentro donde le llevaba su padre desde la misma cuna, y no haber concluido curso alguno en escuela o colegio y menos universidad, el tataranieto de José María Valdeblanquez, un ultra godo que estuvo de mirón durante la firma de la rendición de Uribe Uribe en la hacienda Neerlandia, nos ha deparado –insiste Sanchez Baute- con deslumbrantes interpretaciones críticas sobre las poetas suicidas, el tráfico de influencias y el piedracielismo, la frecuencia con que los Nadaístas visitan a los poderosos y el hermetismo para llevar cuentas de los poetas premiados por entidades oficiales, conocimientos que usa con lujo de detalles al confeccionar cada número de la revista Golpe de Dados, de la cual es sub-director, donde ha evitado, para no contaminar la poesía colombiana, de publicar poetas tan malos como Raimbaud (sic), Tralke (sic), Ellliot (sic) o Yaest (sic), como reveló hace poco a una revista española. Este pergenio de la poesía colombiana es autor de un libro inhabitable: Hospedaje de paso, una suerte de fonda de donde uno no se va sino que se queda.

La Tertulia de Gloria y su Decano Literario anuncian ahora, para celebrar sus glorias, un concurso poético con 15 millones de pesos de Premio Mayor y un jurado no de lujo, sino rutilante: Mario Rivero, José Luís Díaz-Granados, Juan Gustavo Cobo Borda, Hernando Cabarcas y Jotamario Arbeláez, todos ellos lectores del hijo del cantor del que sabemos. En Colombia, dijo alguien, lo malo no son las roscas, es no pertenecer a ellas. Por eso la rosca de que venimos hablando tiene tantas vueltas de tuerca.

Harold Alvarado Tenorio