|  
  
  
  
  
  
  
 | Poesía & Gastronomía  
 
 
 <<Unos les llaman "goteras", otros les dicen "canjeros",algunos son más conocidos como los "pagadiario",
 a los que no les importa, el remoquete "usureros",
 pero definitivamente el común de la gente
 los recuerda como "prestamistas" o "agiotistas">>
 El Espectador, Noviembre 12 de 2006, pgs., 10-A   Las sociedades de consumo,  cuyo caprichoso modelo es el American way of life, han empujado a los cachorros de las  clases medias, no sólo a alcanzar la estatura física y el color de la piel de  las aristocracias, sino a hacer de la cultura, la joya de sus coronas, y de la  gastronomía, el centro de sus tenidas semanales. Un ambicioso o ambiciosa  venida a mas,  merced al éxito alcanzado en sus profesiones, negocios, la política o el  narcotráfico, a lo primero que recurre, cuando ya no sabe que hacer con el  dinero excedente, es pasar de los viajes a Egipto y New York y de la ropa de  marca, a la compra de instalaciones de pintores horrendos, la asistencia a  conciertos de música culta, o la obligatoriedad de su servidumbre de oír  emisoras como la HJCK  o la que regenta, con la escasa luz de sus ojos, un vecino del eje cafetero que  pronuncia todas las palabras del idioma como si fuera la Reina Isabel de Inglaterra. Poesía & Gastronomía, como diría Platón, de los  banquetes en los cuales el marido de Xantipa discurría sobre su pasión por los  muchachos que habían fallecido en las Termópilas.  “Todo nos llega tarde” dijo Julio Flórez. Y es  cierto. En Colombia, menos la muerte, resucitan, con uno o dos siglos de  retraso, las ocurrencias políticas y sociales y los eventos culturales de otras  naciones. Nuestras vanguardias, por ejemplo, surgieron con medio siglo de  retraso y sólo, ahora, con casi trescientos años de olvido sobre sus laureles,  han aparecido las tertulias, los salones literarios y las Maison de poésie.  Salones y tertulias  literarias que se inventaron los liberales europeos para organizarse contra los  gobiernos absolutistas de reyes y validos, y que luego reproducían, ya sin el  halito revolucionario, intrigantes de toda laya, como aquel Rafael Montesinos  que mantuvo por mas de cuarenta años una en Cultura Hispánica de Madrid, donde  leyeron sus versos notables compatriotas como, si la memoria no me traiciona, Cote  Lamus y Cote Baraibar, García Prada, Charry Lara, Mariela del Nilo, Álvaro y  Santiago Mutis, una jovencísima Piedad Bonet, Rojas Herazo,  Amira de la Rosa, Olga Helena Mattei de Arosemena, y en  múltiples ocasiones Eduardo Carranza, a quien apenas superaba en presentaciones  Ramiro Lagos, un imitador de Cote en lo físico y de Carranza en la lírica.  Tertulias que no había  inventado, por supuesto, el franquismo. Hubo otras, como aquellas de Ramón del  Valle Inclán y Ramón Gómez  de la Serna, a  las que asistía mucha gente, no sólo por querer conversar a gusto y hacer  amigos, sino para alejarse de esas pensiones donde vivían los tertulianos,  olorosas a repollo, rodeados de mujeres gordas, desgreñadas y odiosas, que  deambulaban todas las noches azotando sus viejas chancletas y sacando la  bacinilla llena de orines.  Hace poco, un remitido de  prensa informaba que el gobierno colombiano había premiado 100 tertulias  literarias, gracias a la ayuda de dos empresas dedicadas al negocio de la  cultura, comentando, de paso, que para el concurso se habían inscrito medio  millar, la mayoría con nombres tan exóticos como Sueños de la Atarraya,  70 Garrapatas tocando violín, La Chiva Loca,  La Mesa Cuadriculada,  La Embarrada,  El Club de los Lagartos o Nadie sabe para quien trabaja.  Sin embargo, luego de una  investigación prosódica y sintáctica, los directivos del Instituto Caro,  Palacio, Cuervo y Volcán han informado que la más antigua y mejor de ellas  factura nombre de mujer y honra la memoria de otra: La Tertulia de Gloria Luz, en  recuerdo de María Mercedes  Carranza. Como Decano de la Tertulia funge el joven vate Federico Díaz Granados, apoyado de  día o de noche por otros líridas como Mario Rivero, su padre, José Luís Díaz-Granados, Álvaro Miranda, Alexandra Samper, Dora Castellanos, Pedro Alejo Gómez o  Melibea Garavito, hija de la difunta poetisa hija de Eduardo Carranza.    Según informa el cronista de la noche Alfonso Sánchez  Baute en un extenso artículo publicado en El  Espectador, cada primer Martes de mes, -doña Gloria Luz Gutiérrez Villegas,  literata infantil y odontóloga titulada, junto a su esposo, el médico y gerente  de hospitales públicos Lucho Alfonso   Roa, su hermano Carlos Gutiérrez Villegas, hombre de empresa  y filántropo de la Fundación Social   Servimos  y el actor y político Danilo  Santos-, en un lujoso y gigantesco apartamento [Transversal 3 No. 85-10 Torre  F, Apartamento 801] adosado a los cerros tutelares de la ciudad y bajo severas  medidas de seguridad, reúnen un promedio de doscientas personas que entre  güisquis, tamales tolimenses y música de cuerda oyen declamar a los mas  celebrados cantores del tango, la mala vida, los peligros de los caminos, las  roturas del corazón o las entrepiernas de las muchachas.  Dice el investigador que  todo el éxito  de La tertulia de Gloria es resultado del “rigor académico¨ que Federico Díaz Granados imprime a  sus agendas culturales, quizás porque a pesar de haberse educado, casi en  exclusivo, en las noches de Saint Amour, El bulín, Famas y cronopios y Arcadia,  bares y lugares de encuentro donde le llevaba su padre desde la misma cuna, y no  haber concluido curso alguno en escuela o colegio y menos universidad, el  tataranieto de José María Valdeblanquez, un ultra godo que estuvo de mirón  durante la firma de la rendición de Uribe Uribe en la hacienda Neerlandia, nos ha  deparado –insiste Sanchez Baute- con deslumbrantes interpretaciones críticas  sobre las poetas suicidas, el tráfico de influencias y el  piedracielismo, la frecuencia con que los Nadaístas visitan a los poderosos y  el hermetismo para llevar cuentas de los poetas premiados por entidades  oficiales, conocimientos que usa con lujo de detalles al confeccionar cada  número de la revista Golpe de Dados, de la cual es sub-director,  donde ha evitado, para no contaminar la poesía colombiana, de publicar poetas  tan malos como Raimbaud (sic), Tralke (sic), Ellliot (sic) o Yaest (sic), como  reveló hace poco a una revista española. Este pergenio de la poesía colombiana es  autor de un libro inhabitable: Hospedaje  de paso, una suerte de fonda de donde uno no se va sino que se queda.  La Tertulia de Gloria y  su Decano Literario anuncian ahora, para celebrar sus glorias, un concurso  poético con 15 millones de pesos de Premio Mayor y un jurado no de lujo, sino rutilante:  Mario Rivero, José Luís Díaz-Granados, Juan Gustavo Cobo Borda, Hernando  Cabarcas y Jotamario Arbeláez, todos ellos lectores del hijo del cantor del que  sabemos. En Colombia, dijo alguien, lo malo no son las roscas, es no pertenecer  a ellas. Por eso la rosca de que venimos hablando tiene tantas vueltas de  tuerca.  Harold Alvarado Tenorio			 |