William Tarek el poeta de la revolución chavista
El novelista Carlos NogueraEl narrador revolucionario Luís Brito GarcíaEl poeta Adhely RiveroEl poeta Luís Alberto CrespoEl poeta Gabriel Jimenez EmánLa poeta Ana Enriqueta Terán

Arte y cultura bajo el gobierno de Hugo Chávez Frías

Para bien de algunos, mal de muchos y desgracia de Cristóbal Colón, el 12 de octubre dejó de ser en Venezuela el Día de la Hispanidad, o el aniversario del Descubrimiento. Desde 2004 y por decisión bolivariana es el Día de la Resistencia Indígena. La memoria de Colón fue la más atormentada con el cambio. Ese día, un grupo de activistas decidió que ya era hora de derribar, decapitar y destruir una estatua del navegante erigida en el centro de Caracas y que hasta ese momento no había despertado mayor incomodidad. Acusaban al genovés de "genocida" y "tirano", con un prontuario comparable al entonces temido Saddam Hussein. La gran mayoría de los venezolanos no opinaba lo mismo y miró con desconcierto los efectos de la curiosa relectura de la historia. La estatua no era la primera escultura callejera que había sufrido daños sin que mediara intervención del gobierno.
Antes, una obra de Jesús Soto, el más importante modernista venezolano, había sido desmantelada por vándalos y recogedores de lata, y algo parecido ocurría con obras de Carlos Cruz Diez y Alejandro Otero. Las autoridades parecían hacer oídos sordos y continuar su relación más bien tensa con sectores tradicionalmente vinculados al arte. En 2002, y en medio del paro petrolero que casi saca del gobierno a Chávez, el mismo Soto había firmado un comunicado de la agrupación "Gente de la Cultura" en que se lamentaba la polarización social y política a la que había llegado Venezuela. Al documento también adhería Sofía Imver -periodista, gestora cultural y reconocida opositora a Chávez-, quien en 1973 fundó el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas. El Museo, con una colección envidiable que incluye obras de Braque, Kandinsky, de Kooning y Tápies, era dirigido por Imber y de hecho llevaba su nombre, hasta que en 2001 fue removida de su cargo. Las autoridades querían una conducción menos "elitesca". Comenzaba una nueva época para la cultura en Venezuela.
De hecho, además del cambio de estatus del 12 de octubre en el calendario de feriados, en 2004 el gobierno de Chávez decidió crear una nueva cartera ministerial para la cultura. El resultado es el Ministerio del Poder Popular para la Cultura. "La política cultural del presidente Chávez se fundamenta en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y su carácter multiétnico y pluricultural", explica Benito Irady, gestor cultural y una de las figuras del ministerio de Chávez. Irady se extiende sobre la necesidad de abrir la labor cultural a todos los sectores sociales, con acento en las expresiones populares y más allá de "las vanguardias artísticas". En esa clave se entienden proyectos como las megaexposiciones montadas en el Museo de Arte Contemporáneo tras la salida de Imber. Se trata de convocatorias amplias a la población a participar con sus obras, un método que ha sido fuertemente rechazado por críticos y galeristas.
Nicómedes Febres, director de la Galería DMuseo, una de las más importantes de Caracas, sostiene que a esas muestras "todo el mundo puede mandar lo que le dé la gana. Se trata de acoger a pintores domingueros, sin un criterio de selección". Febres sostiene que los museos han dejado de comprar obras, que no cuentan con una programación y que el Museo del Papel carece de aire acondicionado desde hace seis meses, síntoma de una escasez que no condice con el crecimiento del presupuesto para cultura, que este año sobrepasó los 292 millones de dólares, llegando al 0.5 por ciento del presupuesto nacional. "Esto sí es un avance, considerando que hace 12 o 15 años a lo sumo era del 0.08 por ciento y a mediados de los 90 hubo una subida histórica al 0.2 por ciento", observa Ana María Hernández, periodista de diario EL UNIVERSAL, de Caracas.

Arte popular y comprometido.

Los millones definitivamente no se van a los espacios tradicionales, según se desprende de lo que describen Febres y otros observadores. "Los museos nacionales han minimizado la promoción de tendencias vanguardistas del arte y se concentran en exacerbar la presencia de las formas populares, de la venezolanidad y del arte latinoamericano comprometido políticamente", añade Marianela Balbi, periodista especializada. Los recursos, entonces, parecen ir a proyectos como la edición de 58 discos de música de creadores tradicionales registrados en el Centro Nacional del Disco, que, con tecnología de punta, editó entre 500 y mil ejemplares de cada uno de ellos. Tal vez un exceso, si se tiene en cuenta que aun no tienen una cadena de distribución, como explica la periodista Ana María Hernández: "Los venezolanos vemos cómo se despilfarran chorros de dinero y no sabemos exactamente cuál será el costo de tales despilfarros en el futuro", dice.
Chávez no sintoniza con los gustos a los que tradicionalmente acostumbraban los presidentes venezolanos. Jamás se lo ha visto asistir a uno de los conciertos clásicos del Teatro Teresa Carreño. Tampoco asiste a los eventos culturales internacionales -como el Festival Internacional de Teatro- ni ha hecho entrega del Premio Rómulo Gallegos, como hacían los anteriores presidentes. Prefiere la música llanera y delegar su asistencia a los actos oficiales y recepciones en el Ministro de Cultura. Sus gustos tienen otro tinte.
El mundo entero supo que lee a Noam Chomsky cuando recomendó la lectura del lingüista y politicólogo y, de paso, lo dio por muerto. Sin duda, Chávez es un líder de medios masivos y de gestos grandilocuentes. Es a través de las pantallas que semana a semana informa a la ciudadanía de los avances de su revolución, amenizando el discurso con alguna referencia literaria. "Le gusta la poesía de Whitman y Neruda", asegura el editor Miguel Márquez. Algunos venezolano admiran su manejo escénico, otros siente vergüenza ajena.
Pese a la disminución del quehacer de las galerías privadas, el mercado del arte ha sido favorecido indirectamente por Chávez con la nueva burguesía surgida bajo el alero de su administración y debido al alza del barril de petróleo. "Hay empresarios y políticos vinculados al chavismo con enorme poder adquisitivo", explica Marianela Balbi. Sólo así se explica que en 2004 la obra "El niño enfermo", del pintor venezolano Arturo Michelena, alcanzara en una subasta de Sotheby s de Caracas el precio récord de un millón de dólares. "En esa misma época, Wilmer Ruperti, un empresario que multiplicó su fortuna al facilitarle a Chávez tanqueros petroleros durante el paro de 2002, adquirió un par de pistolas de Bolívar en una subasta de Christie s. El precio fue 1,6 millones de dólares".
En el otro lado de la moneda está la familia Cisneros -magnates de las comunicaciones y abiertos opositores-, que congeló la idea de crear un museo con su colección de arte contemporáneo latinoamericano. El galerista Nicomedes Febres habla de incertidumbre, desde la posibilidad de un impuesto a las subastas, hasta la expropiación de obras.
En Venezuela, los partidarios de Chávez hablan del "proceso" para referirse a los cambios, creando un ambiente inusual para un país que durante décadas fue la democracia más estable de la región. Este ambiente de incertidumbre parece ser una de las razones para el insólito boom editorial del país caribeño. Los venezolanos comenzaron a comprar y a leer más libros. En un articulo de la Revista Debates -publicación independiente- firmado por Rafael Osio se cita como ejemplo el caso de una cadena de librerías que en un año elevó su facturación en un 86 por ciento. En el artículo, Diego Pampin, director de Random House en Caracas, señala que el cambio comenzó con la llegada al poder de Chávez "y a partir de la angustia generalizada por comprender qué originaron los hechos subsiguientes. De manera que remontaron las ventas de ensayos de historia, sociología y política".
Cynthia Rodríguez, periodista y editora de Santillana, añade que los sellos están sintiendo el impacto. "Todos estamos apostando duro por la no ficción, dado el boom que han tenido las colecciones de periodismo y temas políticos en general." Desde 2003, Random House ha lanzado tres colecciones de no ficción, que en total suman 40 títulos. Los más exitosos, claro está, son los relacionados con Chávez y su revolución bolivariana en tiempos de petrodólares.
En febrero cumplió un año la fundación editorial estatal El Perro y la Rana, uno de los orgullos de la difusión cultural de la administración Chávez. Con moderna tecnología y un equipo propio de profesionales, la fundación ha logrado lanzar ediciones millonarias gratuitas o a bajo costo y desarrollado 16 colecciones. "Hemos hecho 15 millones de libros de la Biblioteca Básica Temática, 5 millones de ejemplares en 2006 y este año haremos más de 7 millones", explica Miguel Márquez, su director.
La labor de la editorial ha despertado suspicacia de grupos ajenos al ámbito gubernamental. "El chavismo es excluyente y si tú no tienes pensamiento izquierdista o izquierdoso estás fuera", explica una fuente. Márquez responde que la editorial "no discrimina entre las ideas políticas que cada escritor profesa. Nos basamos sólo en la calidad y la riqueza de las obras. Quizás algunos escritores no comparten nuestras ideas y por esta razón se han negado a un proceso al que nos debemos todos."
Por otro lado, en 2003 el gobierno venezolano lanzó la "Misión Robinson", un plan de alfabetización para adultos inaugurado por el propio Chávez en un aula en que jugó a ser profesor. Ese día inició una revolución ortográfica al abrir su cátedra conjugando el verbo "adquerir". La bochornosa anécdota dio la vuelta al mundo. El gobierno se jacta ahora de haber graduado a 1.250.000 personas gracias a la "Misión Robinson", aunque algunos sectores han afirmado que las cifras fueron infladas. "La campaña ha sido muy criticada porque el método de enseñanza es cubano y porque no existen cifras fehacientes del número de alfabetizados que existía antes del programa", explica la periodista Cynthia Rodríguez.
Un cine militante.
En materia de cine, dos de las películas favoritas de Chávez están relacionadas con él y con la historia reciente de Venezuela. La primera, "El Caracazo", de Roman Chalbaud, reconocido cineasta venezolano partidario de Chávez, fue estrenada el año pasado y relata las protestas y saqueos que asolaron la capital venezolana el 27 de febrero de 1989, el síntoma más crudo de la crisis política y económica que vivía el país bajo el gobierno de Carlos Andrés Pérez.
La cinta de Chalbaud es considerada la más cara en la historia de Venezuela y fue calificada como un "peliculón" por el líder bolivariano. La taquilla no respaldó su sentencia. Otra de sus favoritas también es venezolana. Se trata de "Amaneció de golpe", inspirada en el intento de golpe que el propio Chávez protagonizó en 1992 y que le valió una condena a prisión. La cinta es de Carlos Azpúrua, director de trayectoria y comprometido con el proceso político que encabeza Chávez. Azpúrua es parte de quienes aplauden la creación de la Villa del Cine, una especie de Cinecittà venezolana dedicada a la producción y posproducción de cine y TV.
"La Villa del Cine es parte de un proceso de tomar conciencia de la importancia que tiene la cinematografía en el área política", explica Azpúrua. Y agrega: "Hoy en día, el Estado tiene todo el derecho y la potestad de hacer las películas que estimulen su criterio político". Aun así, el director se manifiesta contrario a la censura, un aspecto que despierta temor entre los creadores que no se sienten comprometidos con el ideario chavista. Carlos Oteyza es uno de ellos. "En este minuto el Estado tiene el absoluto control de los contenidos en los 4 canales de su propiedad, y el sector privado sencillamente no quiere programas que le puedan traer problemas con el gobierno, lo que afecta la producción independiente", cuenta. El director reconoce no haber sufrido nunca presiones directas sobre su trabajo, pero explica que la presión que significó el cierre de Radio Caracas Televisión, "el canal más tradicional de la televisión venezolana", repercutió en todas las estaciones.
Azpúrua prefiere destacar, en cambio, la promulgación de la ley de cine, que permitió recaudar fondos y dar protección a la incipiente industria.

Oscar Contardo