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          Arte y cultura bajo el gobierno de Hugo Chávez Frías  
              
            Para bien de algunos, mal de muchos y desgracia de Cristóbal  Colón, el 12 de octubre dejó de ser en Venezuela el Día de la Hispanidad, o el  aniversario del Descubrimiento. Desde 2004 y por decisión bolivariana es el Día  de la   Resistencia Indígena. La memoria de Colón fue la más  atormentada con el cambio. Ese día, un grupo de activistas decidió que ya era  hora de derribar, decapitar y destruir una estatua del navegante erigida en el  centro de Caracas y que hasta ese momento no había despertado mayor incomodidad.  Acusaban al genovés de "genocida" y "tirano", con un  prontuario comparable al entonces temido Saddam Hussein. La gran mayoría de los  venezolanos no opinaba lo mismo y miró con desconcierto los efectos de la  curiosa relectura de la historia. La estatua no era la primera escultura  callejera que había sufrido daños sin que mediara intervención del gobierno.  
              Antes, una obra de Jesús Soto, el más importante modernista  venezolano, había sido desmantelada por vándalos y recogedores de lata, y algo  parecido ocurría con obras de Carlos Cruz Diez y Alejandro Otero. Las  autoridades parecían hacer oídos sordos y continuar su relación más bien tensa  con sectores tradicionalmente vinculados al arte. En 2002, y en medio del paro  petrolero que casi saca del gobierno a Chávez, el mismo Soto había firmado un  comunicado de la agrupación "Gente de la Cultura" en que se  lamentaba la polarización social y política a la que había llegado Venezuela.  Al documento también adhería Sofía Imver -periodista, gestora cultural y reconocida  opositora a Chávez-, quien en 1973 fundó el Museo de Arte Contemporáneo de  Caracas. El Museo, con una colección envidiable que incluye obras de Braque,  Kandinsky, de Kooning y Tápies, era dirigido por Imber y de hecho llevaba su  nombre, hasta que en 2001 fue removida de su cargo. Las autoridades querían una  conducción menos "elitesca". Comenzaba una nueva época para la  cultura en Venezuela.  
              De hecho, además del cambio de estatus del 12 de octubre en  el calendario de feriados, en 2004 el gobierno de Chávez decidió crear una  nueva cartera ministerial para la cultura. El resultado es el Ministerio del  Poder Popular para la   Cultura. "La política cultural del presidente Chávez se  fundamenta en la   Constitución de la República Bolivariana  de Venezuela y su carácter multiétnico y pluricultural", explica Benito  Irady, gestor cultural y una de las figuras del ministerio de Chávez. Irady se  extiende sobre la necesidad de abrir la labor cultural a todos los sectores  sociales, con acento en las expresiones populares y más allá de "las  vanguardias artísticas". En esa clave se entienden proyectos como las  megaexposiciones montadas en el Museo de Arte Contemporáneo tras la salida de  Imber. Se trata de convocatorias amplias a la población a participar con sus  obras, un método que ha sido fuertemente rechazado por críticos y galeristas.  
              Nicómedes Febres, director de la Galería DMuseo, una  de las más importantes de Caracas, sostiene que a esas muestras "todo el  mundo puede mandar lo que le dé la gana. Se trata de acoger a pintores  domingueros, sin un criterio de selección". Febres sostiene que los museos  han dejado de comprar obras, que no cuentan con una programación y que el Museo  del Papel carece de aire acondicionado desde hace seis meses, síntoma de una  escasez que no condice con el crecimiento del presupuesto para cultura, que  este año sobrepasó los 292 millones de dólares, llegando al 0.5 por ciento del  presupuesto nacional. "Esto sí es un avance, considerando que hace 12 o 15  años a lo sumo era del 0.08 por ciento y a mediados de los 90 hubo una subida  histórica al 0.2 por ciento", observa Ana María Hernández, periodista de  diario EL UNIVERSAL, de Caracas.  
               
              Arte popular y comprometido. 
               
              Los millones definitivamente no se van a los espacios  tradicionales, según se desprende de lo que describen Febres y otros  observadores. "Los museos nacionales han minimizado la promoción de  tendencias vanguardistas del arte y se concentran en exacerbar la presencia de  las formas populares, de la venezolanidad y del arte latinoamericano  comprometido políticamente", añade Marianela Balbi, periodista  especializada. Los recursos, entonces, parecen ir a proyectos como la edición  de 58 discos de música de creadores tradicionales registrados en el Centro  Nacional del Disco, que, con tecnología de punta, editó entre 500 y mil  ejemplares de cada uno de ellos. Tal vez un exceso, si se tiene en cuenta que  aun no tienen una cadena de distribución, como explica la periodista Ana María  Hernández: "Los venezolanos vemos cómo se despilfarran chorros de dinero y  no sabemos exactamente cuál será el costo de tales despilfarros en el  futuro", dice.  
              Chávez no sintoniza con los gustos a los que  tradicionalmente acostumbraban los presidentes venezolanos. Jamás se lo ha  visto asistir a uno de los conciertos clásicos del Teatro Teresa Carreño.  Tampoco asiste a los eventos culturales internacionales -como el Festival  Internacional de Teatro- ni ha hecho entrega del Premio Rómulo Gallegos, como  hacían los anteriores presidentes. Prefiere la música llanera y delegar su  asistencia a los actos oficiales y recepciones en el Ministro de Cultura. Sus  gustos tienen otro tinte.  
              El mundo entero supo que lee a Noam Chomsky cuando recomendó  la lectura del lingüista y politicólogo y, de paso, lo dio por muerto. Sin  duda, Chávez es un líder de medios masivos y de gestos grandilocuentes. Es a  través de las pantallas que semana a semana informa a la ciudadanía de los  avances de su revolución, amenizando el discurso con alguna referencia  literaria. "Le gusta la poesía de Whitman y Neruda", asegura el  editor Miguel Márquez. Algunos venezolano admiran su manejo escénico, otros  siente vergüenza ajena.  
              Pese a la disminución del quehacer de las galerías privadas,  el mercado del arte ha sido favorecido indirectamente por Chávez con la nueva  burguesía surgida bajo el alero de su administración y debido al alza del  barril de petróleo. "Hay empresarios y políticos vinculados al chavismo  con enorme poder adquisitivo", explica Marianela Balbi. Sólo así se  explica que en 2004 la obra "El niño enfermo", del pintor venezolano  Arturo Michelena, alcanzara en una subasta de Sotheby s de Caracas el precio  récord de un millón de dólares. "En esa misma época, Wilmer Ruperti, un  empresario que multiplicó su fortuna al facilitarle a Chávez tanqueros petroleros  durante el paro de 2002, adquirió un par de pistolas de Bolívar en una subasta  de Christie s. El precio fue 1,6 millones de dólares".  
              En el otro lado de la moneda está la familia Cisneros  -magnates de las comunicaciones y abiertos opositores-, que congeló la idea de  crear un museo con su colección de arte contemporáneo latinoamericano. El  galerista Nicomedes Febres habla de incertidumbre, desde la posibilidad de un  impuesto a las subastas, hasta la expropiación de obras.  
              En Venezuela, los partidarios de Chávez hablan del  "proceso" para referirse a los cambios, creando un ambiente inusual  para un país que durante décadas fue la democracia más estable de la región.  Este ambiente de incertidumbre parece ser una de las razones para el insólito  boom editorial del país caribeño. Los venezolanos comenzaron a comprar y a leer  más libros. En un articulo de la Revista Debates -publicación independiente-  firmado por Rafael Osio se cita como ejemplo el caso de una cadena de librerías  que en un año elevó su facturación en un 86 por ciento. En el artículo, Diego  Pampin, director de Random House en Caracas, señala que el cambio comenzó con  la llegada al poder de Chávez "y a partir de la angustia generalizada por  comprender qué originaron los hechos subsiguientes. De manera que remontaron  las ventas de ensayos de historia, sociología y política".  
              Cynthia Rodríguez, periodista y editora de Santillana, añade  que los sellos están sintiendo el impacto. "Todos estamos apostando duro  por la no ficción, dado el boom que han tenido las colecciones de periodismo y  temas políticos en general." Desde 2003, Random House ha lanzado tres  colecciones de no ficción, que en total suman 40 títulos. Los más exitosos,  claro está, son los relacionados con Chávez y su revolución bolivariana en  tiempos de petrodólares.  
              En febrero cumplió un año la fundación editorial estatal El  Perro y la Rana,  uno de los orgullos de la difusión cultural de la administración Chávez. Con  moderna tecnología y un equipo propio de profesionales, la fundación ha logrado  lanzar ediciones millonarias gratuitas o a bajo costo y desarrollado 16  colecciones. "Hemos hecho 15 millones de libros de la Biblioteca Básica  Temática, 5 millones de ejemplares en 2006 y este año haremos más de 7  millones", explica Miguel Márquez, su director.  
              La labor de la editorial ha despertado suspicacia de grupos  ajenos al ámbito gubernamental. "El chavismo es excluyente y si tú no  tienes pensamiento izquierdista o izquierdoso estás fuera", explica una  fuente. Márquez responde que la editorial "no discrimina entre las ideas  políticas que cada escritor profesa. Nos basamos sólo en la calidad y la  riqueza de las obras. Quizás algunos escritores no comparten nuestras ideas y  por esta razón se han negado a un proceso al que nos debemos todos."  
              Por otro lado, en 2003 el gobierno venezolano lanzó la  "Misión Robinson", un plan de alfabetización para adultos inaugurado  por el propio Chávez en un aula en que jugó a ser profesor. Ese día inició una  revolución ortográfica al abrir su cátedra conjugando el verbo  "adquerir". La bochornosa anécdota dio la vuelta al mundo. El  gobierno se jacta ahora de haber graduado a 1.250.000 personas gracias a la  "Misión Robinson", aunque algunos sectores han afirmado que las  cifras fueron infladas. "La campaña ha sido muy criticada porque el método  de enseñanza es cubano y porque no existen cifras fehacientes del número de  alfabetizados que existía antes del programa", explica la periodista  Cynthia Rodríguez.  
              Un cine militante. 
              En materia de cine, dos de las  películas favoritas de Chávez están relacionadas con él y con la historia  reciente de Venezuela. La primera, "El Caracazo", de Roman Chalbaud,  reconocido cineasta venezolano partidario de Chávez, fue estrenada el año  pasado y relata las protestas y saqueos que asolaron la capital venezolana el  27 de febrero de 1989, el síntoma más crudo de la crisis política y económica  que vivía el país bajo el gobierno de Carlos Andrés Pérez.  
              La cinta de Chalbaud es  considerada la más cara en la historia de Venezuela y fue calificada como un  "peliculón" por el líder bolivariano. La taquilla no respaldó su  sentencia. Otra de sus favoritas también es venezolana. Se trata de  "Amaneció de golpe", inspirada en el intento de golpe que el propio  Chávez protagonizó en 1992 y que le valió una condena a prisión. La cinta es de  Carlos Azpúrua, director de trayectoria y comprometido con el proceso político  que encabeza Chávez. Azpúrua es parte de quienes aplauden la creación de la Villa del Cine, una especie  de Cinecittà venezolana dedicada a la producción y posproducción de cine y TV.  
  "La Villa del Cine es parte de  un proceso de tomar conciencia de la importancia que tiene la cinematografía en  el área política", explica Azpúrua. Y agrega: "Hoy en día, el Estado  tiene todo el derecho y la potestad de hacer las películas que estimulen su  criterio político". Aun así, el director se manifiesta contrario a la  censura, un aspecto que despierta temor entre los creadores que no se sienten  comprometidos con el ideario chavista. Carlos Oteyza es uno de ellos. "En  este minuto el Estado tiene el absoluto control de los contenidos en los 4  canales de su propiedad, y el sector privado sencillamente no quiere programas  que le puedan traer problemas con el gobierno, lo que afecta la producción  independiente", cuenta. El director reconoce no haber sufrido nunca  presiones directas sobre su trabajo, pero explica que la presión que significó  el cierre de Radio Caracas Televisión, "el canal más tradicional de la  televisión venezolana", repercutió en todas las estaciones.  
            Azpúrua prefiere destacar, en  cambio, la promulgación de la ley de cine, que permitió recaudar fondos y dar  protección a la incipiente industria. 
            Oscar Contardo            |