| Sextina colombiana Déjenme preguntar: ¿cuál es la vainaque hace de este país de tanto trago,
 de tanto vallenato y tanta rumba,
 pese a la maldición de la violencia
 y a la verde amenaza de los cerros,
 el paraíso de la poesía?
 Porque el prestigio de la poesíaen esta tierra no es ninguna vaina
 de los que andan trepando por los cerros
 y se dedican a amargar el trago,
 e institucionalizan la violencia
 como si disfrutaran con su rumba.
 Aquí, donde los sones de la rumbacallan para escuchar la poesía
 y donde ni siquiera la violencia
 ha podido acabar con esa vaina,
 de vez en cuando, y entre trago y trago,
 se escuchan los poemas en los cerros.
 Porque la vida se hace aquí entre cerros,sin que eso prive a nadie de la rumba,
 y mientras unos quieren sólo trago,
 los hay que también quieren poesía
 aunque sospechen que con esa vaina
 no van a poner fin a la violencia.
 Porque este es el país de la violencia
 que anida y se camufla por los cerros
 y por eso sorprende más la vainade que siga gozándose la rumba,
 de que siga gustando la poesía,
 gustando tanto, o casi, como el trago.
 Y tanta devoción exige un tragobrindando porque acabe la violencia,
 porque un país que así ama la poesía
 no se merece andarse por los cerros,
 con que montemos una buena rumba
 y celebremos todos esa vaina.
 Trago y rumba festejen la derrotade esa vaina feroz de la violencia
 frente a los cerros de la poesía.
  F. K. De los más de trescientos libros de poesía
 que concursan al Premio Casa de las Américas
 este 98
 en el que formo parte del jurado,
 aproximadamente la mitad
 nombran a Kafka, hablan de Kafka, le dedican
 sus poemas a Kafka,
 citan a Kafka en sus epígrafes.
 Escriben sobre todo en verso libre,los poetas de aquí,
 así que yo deduzco
 que si este fin de siglo latinoamericano
 les resulta kafkiano,
 debe de ser por algo más que por la rima.
  Escenario y danza La sensación de fin de mundoinstalada en lo cotidiano:
 en el jardín las musarañas,
 las telarañas en palacio,
 el cocodrilo en las cloacas,
 el zopilote en el tejado,
 ovejas en el comedor,
 ratas en el cuarto de baño,
 en la ciudad los cazadores,
 en la selva los incendiarios,
 un belén en el tanatorio,
 un burdel en el camposanto.
 Música, música, maestro,suene la canción del verano,
 bailen la danza y el danzón
 los de casa y los invitados.
 Música, música, bailemos
 todos cogidos de las manos,
 la unión hace la fuerza y
 no nos conviene separarnos.
 Música, música, maestro,
 métale marcha al vecindario,
 que mientras no caiga el telón
 somos los dueños del teatro.
  De la permanente y del recebo Con la revolución sucede quesólo es revolución si es permanente
 y eso cansa muchísimo a la gente,
 que acaba sin estímulo y sin fe,
 pues para que alguien se rebele y décon sus huesos en trampa tan potente
 y se entregue a la causa plenamente,
 al menos necesita, yo qué sé,
 cierta seguridad, cierta firmezabajo los pies en mundo tan flotante,
 saber que ser prosélito es bastante
 para que no te vuele la cabeza,
 pero nunca es así: los pioneroscaen decapitados los primeros
 y los que se escabullende la quema, cogen la puerta y huyen
 y vuelve el Leviatán a ganar kilosy a controlar las vidas y sus hilos.
  Buen caballo Vendía tipos de madera,viejas letras de boj
 de cartelera historia roja y negra.
 (En Portobello Roadse encuentran los despojos del imperio
 y otras mil baratijas
 a precios asequibles.)
 Podía ser cajista jubiladoliquidando los restos de su vida
 o, sin más, un chamarilero cockney.
 Me observaba elegir, letra por letra, el nombre.Cuando las tuve todas,
 «Hiperión, buen caballo» apostilló.
 Y tenía razón:aquella tarde
 entró el primero en Empson
 en la cuarta carrera.
 
 Jesús Munárriz (San Sebastián, 1940), es poeta, traductor y editor. Peaje para el alba, con una selección y prólogo de Ángela Vallvey , recoge sus poemas entre 1972-2000. Artes y oficios, es su último libro. <<< Volver |