Santos López

Enseñanza del descabezado

Un cuerpo desnudo siempre lleva su cabeza como corona
Y dos abismos a los lados: uno de esplendor y otro de ruina.
Si Dios quiere, al final yo moveré mi corazón hacia la aurora,
Noche más noche, esa cámara que respira si yo respiro.

Un cuerpo en la quietud guarda su verdad en el sol, con vigilia,
Matrimonio y amores que le impidan andar tieso a la luz del día.
Algo así, como si de costado fuésemos dos arcoiris,
Cuya cabeza ardiente reposara entre brotes de agua.

Hoy día no hay forma de responder a la duda de la carne,
Ese sentido que profesa el hombre desde su pasado efímero.
Algo encogido en su pecho, tal vez entre pálpitos y sudores.
Mejor hubiese sido que pies y manos engordasen sin vestidos.

Uno decapitado regresa de la aventura o la catástrofe,
Aprende pronto a respirar, a renacer, a no morirse.
A permanecer en una realidad sin palabras, pero con verbo,
Aprende uno que la aurora es una cayena de sangre.

Uno decapitado espera que su familia lo reconozca: Diga
Que mi cabeza es blanca y mi cuerpo negro; diga que soy piedra,
De arriba a los pies, yo decapitado espero que mi familia diga,
Me identifique así en la morgue, sin ninguna conmiseración.

Así no deseo andar de nuevo sobre el mundo, que lo sepan todos.
Si acabé descabezado, con modestia, fue porque quise respirar.
“Volver a respirar es la delicia humilde”, yo lo repito ahora.
Qué otro cuento uno puede decirle a sus hijos, es suficiente.

Mi cuerpo está erguido y mi cabeza a un lado en este plato;
Y algo más brota de mí y ronda en el aire como prodigio.
Así consigo que mi corazón se vuelva un breve destello,
Que continúe de faro en su elevada cumbre en la montaña.

Cabeza fría

A veces pienso que un sueño me hizo tener la cabeza fría
Como un pez para sumergirme en la profunda tiniebla.
(El asunto es que los babilonios soñaban exactamente igual)
A veces creo que Dios es el sustantivo infinito de mi salvación; Autor y autoridad de lado que como una proyección
Nos alcanza.
Algunas personas ocupan todo el día en lavarse la cara con las dos
Manos, diciendo que una lava a la otra, y así completan
El refrán.
A veces tengo la cabeza fría como el espinazo de un pez, si quiero
Llegar un poco más lejos que mis amigos, sin traspiés
Durante el día.
Y parece haber una secuencia: la muerte adviene con la caída.
Ellos dijeron: “No hay ni siquiera una sola palabra en el suelo”.
Pero está escrito que cuando uno sale del agua, aquí en tierra,
En la tiniebla del hacedor, nuestra cabeza es el oráculo
Que habla.


Santos López (Mesa de Guanipa, 1955) ha publicado Otras costumbres (1980), Alguna luz, alguna ausencia (1981), Más doliendo ya (1984), El libro de la tribu (1992) y Los buscadores de agua (1999).

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