| Un hombre De vez en cuandolevanta la cabeza para oír
 y oye su nombre.
 Lo están llamando
 a él, a quien nunca llaman.
 Lo oye pero nadie se acerca,
 la gente sigue pasando
 sin mirarlo,
 un hombre en harapos
 que me alarga la mano,
 letárgico y cansado,
 y que de vez en cuando
 levanta la cabeza,
 aguza los oídos,
 abre bien los ojos:
 alguien lo está llamando
 por su propio nombre,
 y un momento después
 deja caer de nuevo la cabeza
 y las moscas recorren otra vez
 la piel reseca de su cara,
 erosionada por el sol,
 la lluvia, el viento, el polvo.
  La vida de los otros La vida de los otroses olvido de la nuestra,
 las mismas cosas,
 trabajo, ansia, sueños
 por las que hemos pasado
 indiferentes,
 como ellos, los muertos,
 los vivos y los que van a ser.
 Vivieron, vivimos, vivirán
 la misma secuencia
 por la que pasamos.
 Sin embargo, la vida de un hombre
 es su vida de él
 no de la humanidad,
 y yo me agacho,
 pongo el oído en la tierra
 y escucho largamente
 el eco de un estruendo enorme
 que se acerca cada vez más,
 que viene hacia mí,
 temblando aquí, con miedo,
 como las ratas que presienten
 los terremotos en la China.
  Déja vu Después de todo, queda algoo más: una sombra que no se esfuma,
 una huella que no se borra,
 la imagen en el vacío
 que sigue a la ilusoria plenitud
 a horrores imaginados o vividos;
 la inexistencia en medio de la vida.
 Es que en el futuro
 está el pasado y en el pasado
 se pudre el porvenir.
 Basura nada más que basura.
 Hablas en la oficina
 y es como si no dijeras las palabras,
 las palabras también están sucias,
 te dices, y te revelan, te parece,
 relaciones no naturales.
 Y ves, sólo tu ves la imagen de tu momento,
 y borras la información, te tiembla el foco.
 Luego buscas y no encuentras
 y después de la búsqueda
 viene la expedición al ocaso
 para acabar en la pira funeraria universal
 apagada por el sucio oleaje de la historia,
 un viento nada más, que te congela.
  Los pedazos La vida ya no tiene sentido para ellay se le rompe el corazón, ya roto,
 en más pedazos, y yo, ¿qué puedo hacer,
 ya casi muerto y hablando oscuro?
 Es que hay algo que me espera,
 lo presiento, en la noche,
 un mar silencioso o un laberinto
 imaginado, sin salida.
 Y hay tantas preguntas sin respuesta.
 Hay tantas cabezas rotas
 como piedras destrozadas en el camino,
 como ideas olvidadas
 y decepciones, sueños truncos.
 También tengo yo roto el corazón,
 y sólo ella, lo sé, pueda tal vez
 recoger los pedazos uno a uno,
 los suyos y los míos.
 
           Nicolás Suescún (Bogotá, 1937). Poeta, narrador, traductor, ensayista, periodista, librero y profesor de literatura. Sus libros de poesía son: La vida es (1986); 3 a.m. (1986); Los cuadernos de N (1994) y Poemas Noh (1996).  <<< Volver |