Siete poetas de la diáspora rusa
por Ludmila Biriukova

«Traza puertas y ventanas
para hacer una habitación.
Lo que no es habitación,
ése es el espacio que queda para ti.»
Lao Tse

La historia de la poesía rusa que se escribe en casa es inseparable de la escrita en el extranjero. El destino, la vida, la tradición, el individuo y su autosuficiencia, de pronto resurgen en el contexto de la cultura de la diáspora, en el contexto de la cultura del país en el cual a un poeta le tocó continuar viviendo en su emigración.
Para algunos, «la emigración es una cosa terrible», así se refería a este fenómeno Herzen (1) en el siglo XIX; para otros «no sólo era terrible, claro está, sino también seductora. La emigración… siempre atrae a un hombre… con su libertad» (Gul, He llevado a Rusia conmigo. Apología de la emigración). En el dualismo de la percepción de la existencia de un ser humano en su paso por la experiencia migratoria, se encuentra el móvil de la discusión en cuanto a este tema; ésta nos lleva a compenetrarnos en lo complejo de la vida, ser compasivos, no pertenecer… Distintos giros en el destino de un poeta, diferentes maneras de interpretar el mundo. De acuerdo con Gul, el hombre es absolutamente libre de lazos terrenales. El caso contrario es el de Anna Ajmátova, que deseaba estar «con su pueblo». El vagabundeo ruso se asocia con el desprendimiento de la tierra materna, la patria, la dependencia. En autores como Gul, «el concepto de la tradición no se relaciona con el pueblo, un colectivo, un templo, sino con el orden interior de un individuo» (Adamóvich).(2)
Se reconocen las dificultades relacionadas con «la existencia de la barrera idiomática que surge ante un inmigrante y la distancia sociocultural que lo separa del entorno, pero en esta ‘libertad de la pobreza’ se esconde el placer de la inminente libertad del hombre» (idem), que muchos individuos (entre ellos Gul) por nada de este mundo cambiarían.
El tema de la diáspora, de los creadores desterrados, es uno de los temas privilegiados por escritores y especialistas en la literatura rusa, algunos a su vez también migrantes, quienes comparten la idea de Nabokov y de Mandelshtam en el sentido de que «‘la costumbre de la libertad’ exige soledad e individualidad, la necesidad de pensar aparte de los demás» (Jruschova).(3) Diferentes tipos de destierro, no sólo el exilio geográfico, sino del espíritu, nos llevan hacia los poetas de distintas generaciones del siglo XX. Aquí es pertinente recordar el libro de Nikita Struve,(4) Soixante-dix ans d´émigration russe que se refiere a los años 1919-1989, publicado en París en 1996, sobre todo el apartado «Monde des lettres».
De la misma manera, se debe resaltar la obra de Román Gul, especialmente sus tres volúmenes que abarcan los periodos de su propia vida: Rusia en Alemania, Rusia en Francia y Rusia en América, respectivamente los años 20-30-a, 30-40-a, y desde los 50 hasta 1986, el año de su fallecimiento (Adamóvich, op. cit.). El tema de la libertad, como un hilo sujetador, atraviesa toda la obra de este gran escritor ruso, publicista y hombre público, director de Novii Zhurnal, una edición literaria y política de la emigración. Es uno de los autores que trata de «explicar qué es la emigración en términos generales y la emigración rusa en particular. Su apología […] abarca todos los niveles de la existencia de la emigración, desde el social hasta el filosófico» (idem).
Este autor regresa una y otra vez al tema de la patria: «en mi vida errante yo siempre sentí una satisfacción que aligeraba mi alma, debido a que vivo precisamente fuera de Rusia. ¿Por qué? Justamente porque la patria sin libertad para mí no es una patria, mientras que la libertad sin patria, a pesar de que es muy difícil, sigue siendo la libertad» (idem).
Se ofrece en esta entrega una pequeña selección de la poesía de algunos de los poetas de la diáspora rusa, hasta ahora poco conocidos y/o desconocidos en español, cuyo destierro ocurre en la segunda mitad del siglo pasado, entre ellos Aleksandr Gálich, Lev Lósev, Leonid Ioffe, Vadim Delone, Alekséi Tsvetkov, Vladímir Gandelsman y Bajit Kenzhéiev. Pero hay más… y es muy importante que estos poetas lleguen cuanto antes a un lector ávido…
Uno de ellos, Serguéi Maguid (Leningrado, en la actualidad San Petersburgo, 1947), poeta y traductor del inglés y del lituano, quien en agosto de 1968, mientras realizaba su servicio militar, de pronto resultó «ocupante» de Checoslovaquia, recuerda que esta experiencia traumática determinó toda su vida posterior. Vive en Praga desde 1990, donde trabaja en la Biblioteca Nacional.(5) En palabras de Mijaíl Áisenberg, «sólo aquello que nació indefenso, desamparado es capaz de crecer. Un suceso que desde los tiempos más remotos es totalmente protegido, no madura. Sólo vegeta bajo su caparazón. […] Los versos avanzan sobre las llamaradas de lo nuevo, sobre la combustión interior».(6)
La idea de que la emigración es siempre una desgracia, aunque a la vez una aventura apasionante para toda la vida, también es planteada por Yuri Ivask, otro poeta emigrante. No obstante, recuerda Dmitri Bóbishev (Leningrado, 1936), quien emigró a Estados Unidos en 1979, que él fue a vivir allí justamente en busca de la felicidad, que quería olvidar el pasado, empezar todo desde el principio. Actualmente confiesa «que a final de cuentas no pudo encontrar la felicidad, ¿pero, es esto posible realmente? Sin embargo, la sed de aventuras la satisfizo por completo» (Volkow).(7)
Según el pensamiento de Bóbishev, «lo excepcional de la experiencia de la emigración brinda la oportunidad de una visión estereoscópica de la vida». En un caso como el suyo ésta surge de «una simultaneidad de las experiencias rusa y americana y se constituye en un espacio de la cultura ruso-americana, de la existencia de la cual se empezó a hablar por primera vez en los inicios de los noventa» del siglo XX.(8) «Aquella sensación de la aventura, por la que un emigrante antes debía pagar un precio extremadamente alto, en la actualidad es accesible para los rusos sin un esfuerzo especial y sin tensión» (idem).
A propósito del tema, sólo mencionaremos a Pushkin, quien nunca pudo obtener del zar el permiso para abandonar Rusia; a Nabokov y a Brodsky, los Premios Nobel de Literatura, que escribieron una parte significativa de su obra en el extranjero; a Marina Tsvetáieva, para quien… «Su alejamiento de Rusia, la pérdida de sus lectores naturales fue la herida que nunca se cerró, el duelo nunca realizado: ‘Distancia y lejanías…/ (…) No nos desbarataron; nos perdieron/ por los tugurios de las latitudes:/ disgregados como huérfanos.»(9) Osip Mandelshtam, quien «era generoso con la humanidad, librándola aunque sea en sus versos del destino terrible y trágico […] tenía que crear la libertad en su interior contando de manera exclusiva sólo con la fuerza de su espíritu» (Jruschova, op. cit.).
El papel del pasado –en palabras de Nabokov, «El hombre siempre se siente en casa en su pasado» (idem)– es fundamental para un emigrante. No obstante, en el caso de Mandelshtam, migrante exclusivamente espiritual, «incluso esta afirmación es un lujo. La crueldad del régimen soviético lo obligó a salir fuera del marco de un pasado personal y una casa personal, con el fin de encontrar la unión con el tiempo; o más bien, venciendo al tiempo, con el universo, no para uso personal, sino con la esperanza de que su único sufrimiento no represente una confirmación absoluta de la máxima según la cual el sufrimiento es el destino obligatorio de todos» (idem).
El tema de la libertad rebasa las cuestiones psicológicas y morales, y nos lleva a los principios de la vida. Como diría Gul: «Todo el mundo es mío, todo el mundo es de Dios» (Adamóvich). Le confiesa Marina Tsvetáieva: «Gul, a mí no me gusta la vida terrenal, nunca me ha gustado… Me gustan el Cielo y los ángeles: ahí, con ellos yo podría». Y se oye el eco en las palabras de este escritor, uno de cuyos méritos es hacer una apología a la emigración: «ser un emigrante en la Tierra, apenas rozando todo lo que te rodea»(idem). (10)

Notas

  • 1 Alexandr Ivánovich Herzen (Moscú 1812-París 1870), escritor y teórico político ruso, opuesto al régimen zarista, publicó en el exilio la revista política y literaria Kólokol
  • 2 Marina Adamóvich, Román Gul: la apología de la emigración, Novii Zhurnal, 2005, núm. 239, (en ruso).
  • 3 N. Jruschova, Vladímir Nabokov y los poetas rusos (Del libro Visitando a Nabokov), Zhurnalnii Sal, Las cuestiones de la literatura, 2005, núm. 4, (en ruso).
  • 4 Nikita Struve, profesor de la Universidad de Nanterre, es director editorial en YMCA Press, principal casa de ediciones rusas en el Occidente, con sede en París. Es un importante editor en ruso de Aleksandr Solzhenitsin.
  • 5 Información tomada de la revista Vavilon, (en ruso).
  • 6 Mijaíl Áisenberg, Mirada sobre un artista libre, Moscú, Gandalf, 1997, (en ruso).
  • 7 Salomón Volkow, La felicidad de las palabras y aventuras del poeta, Vavilon, (en ruso).
  • 8 En esta parte podemos hacer mención de otros mestizajes culturales que tienen lugar en Nueva York, como por ejemplo el que se relaciona con la inmigración de los originarios de América Latina. Para México tenemos el numeroso y complejo caso de la migración a esta gran urbe desde el estado de Puebla. Recordemos la importancia que tienen las remesas enviadas por los trabajadores mexicanos para la economía de su país de origen, sólo inferiores a los ingresos aportados por la industria petrolera.
  • 9 Elizabeth Burgos, «Prólogo», Marina Tsvietáieva. Antología poética. Traducción de Lola Díaz. Versión de Severo Sarduy. Texto bilingüe. Madrid, 1996.
  • 10 Quisiera subrayar la importancia de la revista electrónica Vavilonde Moscú, cuyo director es Dmitri Kuzmín, en la preparación de este trabajo.

Aleksandr Gálich

El siglo actual y el que pasó

Al comprender lo inútil de las justificaciones
y saber que la ignominia es la oscuridad completa
y no hay salida,
nuestros antepasados a la hora
de la muerte escribían agónicas cartas
y después de orar:
«por los siglos de los siglos…»
se encerraban con llave y la pistola a la sien.

¡Pero, para nosotros, el honor, el checo y el diablo
son espacios desconocidos!
¡Y para nosotros, el homenaje y la estima
por lealtad a la común infamia!
¡Y nosotros mecemos a los nietecitos,
y asistimos a las asambleas,
y nuestras voces de soprano resuenan
cada vez más pulcras!..

Aleksandr Gálich nació en Yecaterinoslav en 1918 (Dniepropetrovsk) y murió en París en 1977. Poeta, autor de canciones y dramaturgo, su verdadero apellido fue Ginsburg. Estudió teatro y literatura en Moscú y fue uno de los mas famosos cantautores y un autor clásico de las ediciones clandestinas conocidas como samizdat. Emigró en 1974. Traducción de Ludmila Biriukova.

 

Lev Lósev

No

¿Es usted ruso? No, soy el virus del VIH,
como una taza, mi vida está quebrada,
soy un borrachín de papeles de comparsa,
yo simplemente crecí en aquellos parajes.

¿Es usted Lósev? No, más bien Lifshits,
un huevón que se enamora de alumnas sobresalientes,
de encantadoras fastidiosas
con una manchita de tinta justo aquí.

¿Es usted un hombre? No, soy un fragmento,
de la estufa holandesa el casco,
estanque, molino, sendero vecinal…
y qué será después, sólo Dios sabe.

Lev Lósev (1936), hizo estudios en la Universidad de Leningrado. Autor de varios libros de poemas y de estudios sobre la poesía y la literatura rusa, vive en Estados Unidos desde 1976, donde enseña ruso en Dartmouth College. Traducción de Ludmila Biriukova

Leonid Ioffe

Todo resultó exacto

Todo resultó exacto
admiramos las colinas
nos habituamos a lo intrépido de las hormigas
La escogimos nosotros mismos
nosotros mismos no la escogimos
nuestra morada la más propia entre las ajenas

Todo resultó exacto
sólo sé orgulloso
sé orgulloso en servir
no en el beneficio, en el nombre
para que inevitable
e irreparablemente
todo resultara exacto
tomar impulso y despegar

Todo resultó exacto
conozco aquella fábula
cuando el bien único gobierna el campamento
Lo escogimos nosotros mismos
nosotros mismos no lo escogimos
el bien único sin adornos

Leonid Ioffe nació en 1943 en Samarkanda y murió en el 2003 en Jerusalén. Vivió en Moscú donde estudió matemáticas en la Universidad Lomonósov. Abandonó el país en 1972. Traducción de Ludmila Biriukova.

Vadim Delone

Hay voluntad, destino, hay un extraño incidente

Hay voluntad, destino, hay un extraño incidente,
hay una convergencia de las hojas sobre la tierra,
y una convergencia de monedas en el bolsillo
con el precio en el vidrio de una botella.

Pero, el poder de los poetas es cambiante,
como el hechizo de las mujeres, y de golpe no comprendes
qué hay de más en él, la falsedad o la amargura
y qué es en él superior, la audacia o el estremecimiento.

Vadim Delone nació en Moscú en 1947 y murió en París en 1983. Defensor de los derechos humanos, el 25 de Agosto de 1968 participó, con otras siete personas, en la Plaza Roja, en una protesta contra la invasión soviética a Praga, y fue condenado a tres años de cárcel. En 1975 fue obligado a emigrar a Francia. Traducción de Ludmila Biriukova.

Alekséi Tsvetkov

Para qué se esmeraban las golondrinas

¿Para qué se esmeraban las golondrinas?
¿En qué se afanaban los vencejos?
Qué rápido se desvanecían en el aire
bosquejos de las alas sutiles.
Con qué claridad en el aire se deslumbraban
y ahora, observa, vuélvelo a descifrar.
Tan efímero fue todo
como si nunca hubiera sucedido.

Y así nosotros para alguien
tejíamos encaje en el vuelo.
Pero la faena delicada de las alas
no permanece mucho en el aire.
¿Para qué es la pose profética
sobre la hoja manchada?
Sólo somos golondrinas sin provecho
en el aire vacío de nadie.

Alekséi Tsvetkov nació en Ucrania en 1947 y estudió historia y periodismo en la Universidad Lomonósov de Moscú. Fue corresponsal de noticias en Siberia y Kazajstán. Emigró a los Estados Unidos en 1975, donde hizo estudios de Doctorado en Filosofía en la Universidad de Michigan. Desde 1989 vive en Praga. Traducción de Ludmila Biriukova.

Vladímir Gandelsman

La resurrección de la madre

Ponte el abrigo. Ponte la bufanda.
Te puedes resfriar. Cierra el armario.
A qué hora vuelves. A qué hora vuelves.
Pronosticaron la lluvia. La lluvia.

De regreso, compra
el pan. El pan. Levántate. Ya es hora.
Traje algo sabroso.
Sobreviviremos.

Es para la fiesta. Por qué lo abriste.
Dios mío, qué hiciste ahora.
Vete. Vete.
Tu papi y yo no hemos dormido en toda la noche.

Cómo pasan los días. Los días. Abrocha
el botón de arriba. Ellos
te empujan al camino equivocado.
El pelo hay que cortarlo. El pecho
todo descubierto. Es una locura.
Qué, ¿somos ricos?
Sé hombre.
No te jorobes.

Hay que ir a ese lugar.
Cuélgalo en el ganchito.
No me gusta cómo toses.
Acuéstate. Acuéstate. Acuéstate.
No hables en su presencia.
Sólo faltan cinco minutos. Levántate. Levántate.
Valió la pena comprar el piano. El piano.
Hazte fuerte.

Él me llevará a la tumba. La tumba.
A ver, tocaré tu frente. La frente.
No fumes. No destruyas
tus pulmones. No seas grosero.

No te vayas a resfriar. Esta noche cayó
la nieve. Veo que estás tomado.
Veo que estás tomado. Confiésalo. Te
quedas solo. Riega las plantas.

Vladímir Gandelsman nació en Leningrado en 1948, donde hizo estudios tecnológicos de alto nivel. En los años anteriores a la Perestroika se desempeñó en empleos marginales. Desde 1990 emigró a los Estados Unidos, donde ha vivido en Nueva York, pero pasa largas temporadas en San Petersburgo. Traducción de Ludmila Biriukova.

Bajit Kenzhéiev

El jefe de la policía secreta de Constantinopla
conversa con el joyero de la corte

«No con el fin de amenazarte con la cárcel
como he oído que lo hace Pablo,
te mandé llamar, artesano mío.
Nunca me has tratado con malicia.
¡No! Pero tenemos un motivo
para una plática agradable.
Pues, acuérdate de mi encargo
Para el cumpleaños de Feodor.

Realza a la turquesa
con esmalte escarlata,
por debajo instala un zafiro,
que sus bordes fulguren más brillantes,
y alrededor, de esmeraldas una hilera,
para que el anillo resplandezca en las tinieblas...
¡Esmérate, arguiroprat!»
«Lo haré, muy señor mío.»

«Esmérate, arguiroprat,
en atraer las miradas de los extranjeros,
que les deslumbre el atavío
de nuestro Sol, Feodor.
Aposentando el temor en los forasteros,
él, como el águila despliega sus hombros,
y no sin razón en uno de estos días
me alabó en su discurso de conmemoración.

A las ciudades de Bizancio
libró de todo andrajo,
los campesinos del Estado
le llevan los rebaños,
lejos de la adulación, siento alegría
en resaltar, cómo ha cambiado la vida...
¿Estás de acuerdo, arguiroprat?»
«Lo haré, muy señor mío.»

«He aquí el adelanto. Y también la combinación
de una decena de hierbas chinas
–ellas prometen el sueño y el placer
al emperador... En la sortija haz una cavidad
secreta… y, anciano,
cierra el pico–
te protegeré, pase lo que pase…»
«Lo haré, muy señor mío.»

Bajit Kenzhéiev nació en 1950, en Chimkent (Kazajstán), pero se trasladó a Moscú en 1953, donde estudió en la Facultad de Química de la Universidad Lomonósov. Emigró a Canadá en 1982. Arguiroprat, está originalmente en griego en el poema. Traducción de Ludmila Biriukova, que agradece a Kirill Medvédev haberle facilitado el original en ruso de este poema.

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