Víctor Bustamante

La calle del solitario

Caminaré por las mismas calles solitarias
acompañado por la llama de la hierba que da fresco a mis noches,
así como el viento que besa mi cara.
No miraré la última cara de los habitantes de Medellín parados en las esquinas, que miran con terror un hombre solitario hundido en el rastro de sus pasos.
En la noche de la calle
nada hay más elocuente y usurpador que un caminante que pasa sin importarle el mundo.
Ese tipo debe ser un solitario dicen los muchachos de las esquinas
pero ellos no afirman nada.
Nadie quiere caminar en la noche
nadie quiere oler el aroma de los eucaliptos que pasan raudos por la canalización.
Seré confundido con un asaltante de la noche
y si la patrulla se detiene pedirá los papeles de identificación
porque nadie en estos tiempos del oprobio puede caminar de noche sin guardaespaldas
por la orilla de una quebrada sucia y con sus sueños en los bolsillos.

Por Bou

Encerrado en su hotel no ha podido cruzar
La última línea fronteriza, él que tantas fronteras cruzó
Entre la cábala y el otro judío,
Atrás queda una ciudad inventada con fragmentos de París, Copenhague, Viena y Moscú.
Asja Lasis lo ha abandonado.
Guardas españoles lo han apresado en el hotel,
Una maleta guarda sus proyectos de los Pasajes de París.
Sus amigos dispersos recuerdan los manuscritos de la Biblioteca Nacional
Exilado en Dinamarca las cenizas de plata colorearon sus sienes
Sabe que la huida es saber que ya no se presentan fronteras, solo lo espera la última: la muerte.
El sueño de su doctorado es apenas un subterfugio.
Sabe que ha llegado por otro camino más arduo: la especulación.
Siempre ha huido por ese destino escrito por las estrellas y que nunca consultó.
Nada lo espera, sino la certidumbre de tener que morir por su propia mano,
No quiere vestir las rayas de Dashau.
Walter Benjamin no quiere abandonar sus ensayos inconclusos.

Tarde

Poblar la tarde de música y de droga
pero que sea fuerte
Poblar la tarde de vino y de mucho rock
pero que encierre
Entretejer la hora con una larga pausa pero de mucho ensueño
Cerrar el cuerpo a la tristeza que asoma con su pico en cada esquina
Calmarla con yerba y con brandy junto a alguna desconocida
pero que sea amable encontrada en los esteros del deseo
Tardes que calman el vino y la coca
Tardes que punzan junto a la cerveza y al mismo silencio
Silencio que aproxima
Calles de oriente, calles de Medellín
Isla sin calles
Apenas una ruta: el vino
que entrega otras sensaciones
Apenas la coca que desvela, rasga los ojos
y escarba la luz de la mañana
Ojos sin párpados abiertos durante la noche
Ojos sin sosiego que no calman ningunos ojos.

Epitafio

También tú, poeta, escuchaste noticias sobre campos, calles
caminos llagados de sangre como si pertenecieran a un país antiguo y bárbaro de viejas religiones
También tú callaste, poeta, cuando la maquina de guerra
vilipendió, cercenó, destrozó, masacró y borró de una manera tan inútil y brutal: risas, labios rojos, esperanzas y vidas engrosando el oprobio.
También, tú, poeta, no escuchaste lagrimas ajenas ni gestos de desesperanza o el terrible dolor de mañanas con soles rasgados y negros y más que negros cortadas a balazos y rasgadas con cuchillos de odio sobre el verde de los campos y el gris de las calles o las olas negras con necrologías manchando listas de quienes no se despidieron y son buscados de una manera tan inútil en los diarios y la tele.
También tú callaste, poeta, cuando el paisaje cambió de nombre y muchos pasos debieron huir mas allá del valle y del agitado mar
También, tú, poeta, eres esa misma carne y esa misma sangre, también esas voces y esas cuencas que ya no miraran la última estrella de una risa cercana
mas acá de soles rojos y sangres cercadas de lunas ebrias
también sangrientas y más allá de calles, pueblos,
campos y anónimas cañadas
cuando el viento barre: noticias, voces y alaridos de guerra, poeta,
de otros que siguen tejiendo la muerte.


Víctor Bustamante (Barbosa, 1954) es economista de la Universidad de Medellín, director de El Perro Rabioso y autor de Luis Tejada: una Crónica para el Cronista (1994), Amábamos tanto la Revolución (1999) e Historia del Estadio (2001).

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