Xosé Lois García

Siembre hablaré de la isla de los amores

Siempre hablaré de la isla de los amores
y, también, de Airam;
de su tierna melancolía,
nacida entre estelas y clorofila,
para ser en mis vísceras ámbar.

Solamente evocaré a Airam
cuando esté en sus dominios
que ella tiene en el mar.

Ahora, ciertamente, se que Airam
es la nueva diosa de la conquista
de este laberinto majestuoso
hecho de ola y roca
donde cabalgan, libres,
grisáceas nieblas
sobre potros de espuma.

Hablaré de un navío de cal,
donde giran mis miradas
como simples aves acrobáticas
que buscan otro áureo atardecer.

Le anunciaré caminos y encrucijadas
de este antiguo reino que es de Airam.

Yo observaba como dormías en tu lecho

Te imaginaba morando en el centro de la tierra
incendiando el habitáculo con tus palabras.

En esa mortaja, madre, no te observé muerta.

No consiento que la muerte separe de ti
esta tierra interior
desde siempre fresca y de profunda sabiduría
para sustentarme con el delirio de tu vida.

Yo miré como dormías en tu lecho, madre:
alegre, fulgorosa y con vestidos de viajera;
con rostro inocente de niña adulta.

No estabas muerta, solamente soñabas
con otro perfume para mi corazón…

Tus manos reposaban en secreto
y pensé que había roto otro vidrio,
que tenía trillado los pantalones de pana,
que tenía perseguido y maltratado a la Turca.

Pensé huir, llorar y pedir consuelo
pero tus manos, madre,
eran parte de mí tiempo irreflexivo.

Yo nunca sintiera garzas resplandecientes
murmullar en tus labios,
con todo el fulgor que promete la vida.

Luché contra el llanto que me envolvía
y pensé en tus palabras, madre:
«esta es la Tierra que no amortaja a la vida».

La muerte siempre fue comprendida en esta Matria
y empecé a compartir tu secreto;
a reírme de los lamentos de las plañideras,
y a no acreditar que estuvieses difunta.

En aquella noche de Marzo, los dos solos:
yo hablaba y tu me escuchabas muda
y pronto me sentí adulto
que ya tenía tu permiso para andar de noche,
contar las estrellas
y escuchar el piar fúnebre de los mochuelos.

Pensé que en todo tu silencio
necesitabas cambiar de morada;
tener un aposento en tierra trabajada,
conocer la fertilidad de las cenizas
confraternizar con áureas vidas silenciosas
para decirles a los dioses etéreos:
vengo a mostraros la canción de amor
que adormecía a mi niño.

Aún estoy escuchando, madre, tu voz zalamera:
«Duerme mi condenación; sueña con los jilgueros».

Cuando regrese al suburbio

Cuando regrese al suburbio
te hablaré de la isla de Sicilia
y del cuerpo de Giovanna;
de la sombra de los olivares
y de la danza de los delfines.
De las costumbres y placeres
de Giovanna te hablaré.
Sílaba a sílaba, describiré
las dobleces de sus dedos,
el secreto de sus labios
y el volumen de sus piernas.


Xosé Lois García Fernández (Lugo, 1945) es licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Barcelona, donde vive actualmente y dirige el Archivo Histórico Municipal de Sant Andreu de la Barca. Algunos de sus libros de poemas son Paixón e rito (1993), Círculo de luz e xisto (1994), Rosto incompleto (1996), Falo de Baco (1998); O som das águas lentas (1999) y Sambizanga (1999). Las traducciones del gallego son del propio autor.

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